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viernes, 27 de enero de 2023

Los pillos de mi barrio

 

Yo sé cuándo a los pillos de mi barrio les pica la verga, uno de esos momentos es al ver salir a las colegialas a eso del mediodía de los colegios, subidos en sus motos comienzan a rondarlas como si fueran machos en plena etapa de cortejo; pero también les pica esa picha cuando ven a los peluqueros abriendo sus negocios entre las diez de la mañana y las once, o cuando lo ven en las afueras de los locales y ellos no tienen nada más que hacer salvo ver pasar la vida por las calles del barrio. Lo sé.

Yo ya sabía que el pirobo de Coqui venía arrastrándole el ala a ese peladito de la B, al tal Mateo, y ese día los pillé hablando muy cerca, la gonorrea de Coqui jugueteaba con una de sus manos sobre el manubrio, mientras el pelado se tocaba el cabello muchas veces y le reía, esto pasó cuando subí por la nuevedos rumbo donde mi mamá.

Como estaba tan cabreado no me demoré mucho donde mi mamá, y bajé directamente a la peluquería para hablar con Coqui y saber cómo eran los güiros con ese pelado, pero al llegar, la loca esa estaba ocupada con un cliente, entonces pa´ que supiera que necesitaba hablar con él, se lo di a entender, pero se hizo un gesto como que no le importaba, le volví a decir que caí más tarde para que habláramos y me respondió que yo vería, que faltaba ver si antes no se me atravesaba otra cosa en el camino u otra…

Entendí la pulla, andaba muy ardido porque un día subí a una peladita de los lados de por la casa de mi mamá y él la vio sentada adelante. Al hacerme el reclamo me dijo muy serio su incomodidad, más bien parecía una burla.

-Adelante solo vamos o tu esposa, o tu mamá o yo. No tenés porque montar a furcias en el puesto de las tres.

Yo me cagué de la risa al hacerme el reclamo eso, esa es la razón por la que anda puto y coqueteándole al mateito ese.

Coquí es mero empeliculado, cucho.

Al rato volví a bajar y apenas me vio sentó a un man que estaba ahí esperando turno en la silla de motilar, yo ya le iba a mandar el lance y trin, se hizo el ocupado.

-Nea, tenemos que hablar. -le dije.

-Mirá, Nano, yo con vos no tengo nada de que hablar. Fuera de eso estoy trabajando, y tengo mucho voleo, si querés que te atienda sacá una cita para motilarte, tengo para el domingo, vos verés.

Me lo dijo susurrado, como solíamos hablarnos desde hacía 28 años cuando nos vimos por primera vez, por esa época en la que yo apenas me estaba metiendo al mundo del hampa.

-¿Ahh, si? Pues te lo digo, no me gusta ese visaje que tenés con ese peladito de Mateo.

-¿Cuál visaje? Visaje el tuyo que ves cosas que no son, fuera de eso ¿quién sos vos para hacerme reclamos así?

Quise decirle que era su marido, pero recordé cierta vez que nos metimos mero tropel porque le conté que me casaba con Cristina y él se me emputó por eso, y cada que le digo que yo soy el hombre de la relación o su marido me dice que yo soy es marido de Cristina y no de él.

-Ve, Coqui, no te pongás a chimbiar por ahí que termino haciendo algo bien hijueputa para que me aprendás a respetar.

-¿Hijueputa? Si eso lo mantenés haciendo, Fernando, a cada momentico montás a esas lobas del Alzate, de la Cristóbal, o de la José Eusebio, y ni hablar de las del LOVIS, a mí no me vengás con maricadas, que vos de respetuoso no tenés nada.

-No me provoqués, Coqui, que no respondo, te pongo a perder el negocio. No se te olvide quién soy, -lo miré de arriba abajo con autoridad y con aires de desprecio, luego terminé mi frase- marica.

-Yo sé quién sos vos, no me tenés que amenazar, Fernando. No seás bobo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, era muy mujercita.

El cliente ya se había retirado desde hacía rato.

Decidí ignorar el último comentario de Coqui. Por eso le solté mi sentencia final.

-Vuelvo a ver a ese peladito rondando por acá y el día menos pensado le voy dando piso por ahí, ese pelao desde hace rato me está oliendo a formol y la tierra de cementerio bien cara que está.

Coqui agachó la cabeza, caminó hasta una de las sillas, se sentó y con ambas manos tapó su rostro. Momento así se me hacían únicos porque sentía que era el putas, la ley, es que yo hice la ley del barrio, yo soy Dios; salí de allí, me subí a mi carro, esta gonorrea de Coqui me hizo perder la salida de las niñas del colegio, ya todas se habían ido, decidí irme mejor a almorzar.

Entré a mi casa y ahí estaba Cristina enojada, con cara de 38 largo, demás que Coqui ya la había llamado y la puso al tanto de lo que pasó.

-Oíste vos, Nano, quién te creés que sos…

¡Ay, no le entró ni aire! Saqué la mano y ¡Tin! Se la puse en la cara.

-Vos tampoco me vengás a chimbiar que no estoy de humor, malparida.

Yo sé, yo sé cuándo los pillos de mi barrio les pica el pipí, y también sé cuándo la picazón no se les calma lo que debemos hacer.

martes, 2 de agosto de 2022

Ganador del premio Alfaguara

 

Boris llegó al club de lectura de los miércoles a las cinco de la tarde en Envigado, ese día iban a leer el homenaje que John e Yves Berger le harían a esposa y madre en el libro Rondó para Beverly, al entrar notó a una rubia no natural que lo miraba, ella estaba con la directora de la institución en la que se hacía dicho taller; se les acercó y las saludó, la rubia le llamó mucho la atención y la deseó al instante. Hacía varios meses que no estaba con ninguna mujer y ella se le hizo deseable. Cruzaron un par de palabras, la señora Silvana le presentó a Valeria y ella le dijo que era la psicóloga del lugar. Boris decidió que a como dé lugar, seduciría a Valeria y se la llevaría para su casa y estrenaría con ella esa cama que estaba sin compartir con alguna fémina, todo sobre ella habían sido actos de soledad.

El club de lectura lo hizo con el fin de seducir a la chica y creyó que lo estaba logrando porque la veía reír junto a los demás comensales que allí estaban.

Al final de la reunión estaba planeando la manera de invitarla a salir, mientras despedía a los demás asistentes, Valeria se le acercó y le preguntó que, si quería tomarse un café con ella y hablar, él le respondió que tenía otras cosas que hacer, pero que le aceptaba el café. Así que fueron a La Venta de Dulcinea, lugar bohemio de este municipio tan plegado de la godorria tradicional, de una sociedad hipócrita por antonomasia y mojigata por costumbres.  

Boris quería hacerse el interesado por las cosas de ella y Valeria le contó un poco sobre su vida, pero rápidamente le dijo que admiraba su manera de pensar, de reflexionar la sociedad, de hacer que el club de lectura fluyera, que a ella le gustaban los hombres y las personas que fueran inteligentes; Boris se sintió con vía libre para caerle y quiso decirle un par de cosas desde la coquetería, pero ella las dejó a un lado y se puso a preguntarle de metodologías relacionadas con la realización de actividades literarias alrededor de la promoción de lectura. Él estaba muy caliente.

Del café pasaron a la cerveza, él animado para hablar de promoción de lectura y literatura, dos de los temas en los que se sentía en su zona de confort, estaba en terrenos seguros y algo le dijo que esa era la noche que venía esperando desde que se había separado de su exesposa Lady; Valeria por su parte escribía en la agenda los libros y las cosas que le llamaban la atención, Boris aprovechó para mirarle el escote, imaginando que esos senos se debían de ver esplendorosos cuando Valeria se desnudaba.

Pasada unas horas intentó por primera vez besarla, pero ella lo rechazó, tres horas después volvió a insistir y Valeria nuevamente lo rechazó, le dijo que quería conocer de los procesos lectores y ya, Boris se sintió desanimado y comenzó a perder el interés, Valeria lo notó y le preguntó que por qué no se iban de allí para un lugar más íntimo, quizás la casa de él. Le expresó que lo que ella quería era conocer la biblioteca personal de la que tanto le habló esa noche. Ahí supo Boris que la noche estaba saliendo redonda.

Al llegar a la casa ella se dedicó a mirar los libros y se quedó en el espacio en donde Boris tenía los libros de promoción y animación de lectura, de los libros de cómo hacer clubes de lectura, sacó Una historia de la lectura de Alberto Manguel y lo hojeó, también sacó el Hacia una literatura sin adjetivos de María Teresa Andrueto, Enseres para sobrevivir en la ciudad de Vicente Quirarte, Boris le miraba el trasero y soñaba con tenerlo entre sus manos más tarde. Mientras ella echaba un vistazo a los libros, él preparaba el limón y la sal para el tequila que tenía reservado para una ocasión especial y creía que esa sí que era especial, sirvió dos tequilas y la llamó, Valeria volteó, le recibió la copa y sin sal, ni limón se tomó su tequila, él solo se limitó a alzar las cejas y arquearlas de la impresión que le dio verla tomarse la copa de tequila marca Gran Patrón. Boris se tomó el tequila, pero con sal y limón.

La invitó a mirar el resto de su biblioteca y ella,  por cortesía lo hizo, encontró allí títulos que le llamaron la atención y otros que en realidad nada que ver con sus gustos lectores y esto se ratificó cuando sacó esa obrilla de la Editorial Vásquez Editores, los cuales tienen un excelente trabajo en diagramación y acabados en los libros, pero el libro que Valeria tenía en sus manos sí había sido el descache de la editorial, no por la calidad del papel y la composición del libro, sino por su contenido literario, Lo urdido en las aceras, entonces ella le pidió otro tequila, esto solo se le ocurre a un desocupado de barrio popular que no puede ni con las mujeres, ni con la vida, menos con la literatura, pobre hombre, es un cumulo de frustraciones literarias, él en sí es la frustración de la vida y de la literatura, le dijo Valeria a Boris mientras le recibía el tequila y devolvía el libro al lugar donde estaba.

Se sentaron a hablar y Boris de esa noche solo recuerda que se quedó dormido después de muchos tequilas, no supo a qué horas se fue Valeria, tampoco se dio cuenta si pudo llevarla a su cama sin estrenar o no, lo cierto es que él amaneció vestido y en el sofá rodeado de libros puestos en la mesa y en el piso. Revisó que no le faltara ninguno. Valeria no lo había robado.

Llegado el lunes de la semana siguiente, Boris estaba preparando el libro para el club de lectura cuando recibió una llamada de Silvana, eran las siete de la noche y llovía.

Silvana lo llamaba para decirle que hasta ese día llegaba el contrato con ellos, que él era un excelente crítico literario y que sus percepciones del mundo a través de la literatura eran muy buenas, muy profundas, pero que ellos estaban buscando a alguien que se asemejara más a sus principios y a la filosofía en el trabajo que predica la institución, que no era por su conocimiento, que, al contrario, lo consideraban un gran profesional (insistió en ello muchas veces) y un sabio. Boris supo que en esto tenía que ver Valeria, ella lo estuvo evaluando todo el tiempo mientras estuvieron juntos, y el no vio eso ¡Claro! Su reunión fue una evaluación de desempeño.

La cagué, pensó.

Le pidió a Silvana que le dejara el miércoles despedirse del grupo, ella acepto.

De todas maneras, le pediría disculpas a Valeria por haber sido tan atrevido, es verdad, no aplicó los principios de la institución, pensó, se pasó la mano por la escasa barba que le aparecía en el rostro.

Llegado el miércoles a las cinco de la tarde y entrando a la institución se topó con Valeria y Silvana, después de despedirse de los muchachos hablaría con la psicóloga para pedirle disculpas, al salir la llamaría aparte, le dijo su yo interior.

Entró al salón detrás de las dos mujeres, ellas hablaban, él iba en silencio y se sentía muy avergonzado.

Cuando Silvana le pidió al grupo silencio, él se paró delante de ellos y les dijo que los quería, que los estimaba, les deseó buen viento y buena mar, que estaba a disposición de ellos por si lo llegaban a necesitar y les envío un abrazo colectivo lleno de amor. Todos quedaron atónitos.

En ese momento Silvana tomó la palabra y les dijo que hasta ese día los acompañaría Boris, que habían decidido darle nuevos aires al grupo, y que la persona que acompañaría de ahora en adelante el proceso del club de lectura sería Valeria, quien fuera de ser psicóloga también era promotora de lectura.

Boris no lo podía creer, abrió sus ojos, arqueó sus cejas como cuando la vio tomando tequila sin ayuda de sal y limón. La vio tomar su lugar, saludar al que minutos antes fue su grupo y empezar la reunión.

Luego de unos segundos de asombro y de quedarse como la cabeza de Villabrille y Ron: llamada "Cabeza de San Pablo" salió muy lento del lugar, con las manos en los bolsillos rumbo a la estación del metro Envigado. En su mente su otro yo le decía una y otra vez, ¿qué esperabas Boris, creías que, porque habías escrito un libro y lo habías publicado, se te debía atender como si fueras el ganador del premio Alfaguara.

lunes, 25 de abril de 2022

Plata es plata

Con la mafia trabajo yo.
Abran paso que vengo yo, vengo asaltando y vengo acabando.

Orquesta Narváez.

En una de las tantas comunas de Medellín hay un tipo que se le conoce con el alias de Fico, éste man ha montado mero gol en una bodega que trabajan el oro que llega a  la ciudad, es el atraco del siglo según los políticos y los entendidos en el hampa, 26 hombres van a estar en el plan; alias Botija, ladrón de vieja data y retirado del mundillo ratoníl por los achaques de una vejez prematura adquirida con los excesos de drogas y alcohol durante su vida joven, necesita un dinero para que le realicen una operación muy costosa y complicada a su esposa, Botija se ha dado cuenta que dicho plan ya está marchando y que pronto se habrá de realizar. También dicen que el dinero se va a repartir en partes iguales y que la suma, si el gol sale perfecto, va a ser exorbitante y que quien esté en el golpe no le va a alcanzar la vida para contar sus ganancias. Así que Botija con la necesidad encima decide ir a hablar con Fico para ver si lo deja entrar en la vuelta; Fico reconoce al Botija y le habla de la admiración que siente por él, y que por esa admiración fue que él se hizo ladrón, que la gente le decía que por su manera de ser podía ser político muy importante, no solo de la ciudad, sino del país, pero que él prefería el mundo del hampa y seguir los pasos de su héroe infantil, además que entre políticos y ladrones no había mucha diferencia, y le reitera que el Botija era su inspiración infantil.

Lo que le dice Fico lo hace sentirse cómodo y aprovecha para pedirle cabida en el golpe; Fico le habla en tono cariñoso, le explica que él está muy viejo para esas andanzas, que se dedique mejor a eso de seguir vendiendo lotería, Botija le manifiesta que si no tuviera una necesidad no iría a pedirle que lo incluyera. Fico lo mira con desdén de arriba abajo, como diciéndole que él se hace de rogar, cosa que el Botija sigue, porque sabe que en el mundo del hampa los que están abajo en cualquier momento suben y los que están arriba en cualquier momento caen.

Al final le da el papel del tránsito que ha de parar la circulación vehicular para que las motos y carros que están involucrados pueda huir.

El día del golpe el plan no salió como esperaban, 11 de los 26 implicados los detiene la policía, entre ellos el Botija, tan viejo y a la cárcel fue a dar. Botín si hubo, claro, no el esperado, pero si hubo, por lo menos a todos les tocó una buena tajada que si podían contar y que repartieron por igual, el Botija haciendo cuentas en su cabeza mientras espera en el calabozo de la fiscalía ser implicado al caso, sabe que sí le va a alcanzar la plata para la operación de la esposa y que van a sobrar algunos pesos con los que ella y su hijo podrán vivir unos meses, así que manda a su hijo a hablar con Fico.

El hijo del Botija entonces va y pide la parte que le toca a su papá, a Fico le dicen que el pelao, hijo de Botija, está ahí afuera reclamando lo que le corresponde a  su papá, Fico de mala gana lo hace pasar, escucha lo que le dice el pelao, y de mala gana le da una chichigua que no cubre ni la operación de la madre, ni la supervivencia de unos meses que pensó el Botija, el pelao le hace el reclamo al Fico, quien envalentonado le pone un arma en la frente y le dice que si está muy aletoso, que él lo pone a volar al más allá, que no se busque problemas, que plata es plata, que agradezca que le están dando dinero y que no los dejaron sin nada, porque por culpa de  su papá que se asustó cuando vio a la tomba  hizo que el robo fracasara, que vea, que era tan mal ladrón que se dejó  coger.

El pelao asustado guarda en el bolsillo la parte que le toca a su papá y se marcha.


viernes, 25 de febrero de 2022

Una quema de poca literatura


El rito iniciático consistía en profanar las letras más desastrosas de la historia literaria universal.  Primero se recogían aquellos libros que tuviesen indicios de pertenecer al género de espiritualidad o superación personal. Títulos como Deshojando girasoles, Andrea no quiere morir, La oración del Sapo, Te amo, pero soy feliz contigo, Biografía paramilitar y no autorizada del oso Yogui, entre otros, esto hacía que la colecta bibliográfica fuese un acto tipo Gestapo nacionalsocialista.

Después de tener una buena cantidad de libracos de sabidurías tontarronas, se invitaba, secretamente, a los que se pretendía iniciar en el culto de las buenas letras profanando con la quema aquel género decadente, no literario que todos odiábamos a la par.

Escogíamos a personas que consideráramos estaban a nuestro nivel lector, y que abiertamente hubiesen hablado mierda de algún escritor de dicho tipo de literatura.

Si lo miramos desde una perspectiva de la logia, podríamos llamar ministros de ella a los que citaban a los participantes de la quema en determinado lugar de la ciudad para desde allí partir al lugar secreto donde arderían las letras siniestras de aquellos que con su positivismo creaban enjambres de peones mentales que creían toda la basura que ellos les escribían y les hacían tragar, esos libros merecían la quema porque eran como la changua de la literatura. Las invitaciones, por supuesto llegaban por correo electrónico, indicando la fecha, la hora y el lugar establecido. Cuando los convocados   estaban congregados se les indicaban los autos que se habían dispuesto para transportarlos y nos marchábamos en el acto a algún lugar secreto de las montañas antioqueñas.

Al llegar al lugar escogido, los ministros iniciaban el rito con el descorche de una botella de vino, luego se servía y se les ofrecía en orden aleatorio a los participantes que estaban protegidos contra el frío con chaquetas, bufandas o ruanas si era el caso de ser un lugar en tierra fría 8generalmente eran estos tipos de lugares los que se solían escoger). El vino era acompañado con pasabocas que se disponían en una mesa improvisada; los sacrificados libros, sin culpas de ser escritos por misérrimos seres que pretendían con ellos vender la idea de un mundo maravilloso mientras las pobres gentes gastaban su dinero  en esas obrillas y tragando entero los cuentitos mierdosos de buena vida, de un futuro mejor, creyendo que  la unicidad con el universo era verídica, mientras que los escritorzuelos, mofándose de sus lectores, se tomaban  un buen fino trago de Whisky en su flameante casa ubicada en el barrio más pudiente de una ciudad equis del planeta, los libros se les ponían en el suelo repartidos dentro de tres maletas de viaje.

Cuando se acababa la primera botella de vino, se daba por iniciado el ritual, los libros fluían como revelaciones tristes, salían de las maletas justo a las manos de todos los asistentes, las llamaradas estaban en su punto, era ese el momento de deshojar los verdaderos girasoles y echarle sus tristes pétalos a la hoguera y ahí se observaba como se consumían por las brasas pastas, hojas, letras, contraportadas, nombres de seudoescritores.

El vino iba y venía. A los libros se les leía un párrafo, al azar, y este se convertía en la firma de su condena. Los alegres participantes echaban de uno en uno libros a la hoguera y eran felices porque se salvaba a muchos futuros lectores de estas miserables historias y de letras tan vacías. Pero la felicidad concluía cuando alguno de ellos lanzaba el comentario.

-Mientras nosotros quemamos aquí estos libros, hay otros, amantes de estas letras, que libran al mundo de bellas obras como: Crimen y castigo, El Quijote, Ana Karenina… para que personas como nosotros, no tengan la posibilidad de leer y así caigan en el mutismo de no pensar por sí mismos y terminar aspirando a una felicidad que no existe.

 Esas eran las palabras finales, con las que se concluía el rito iniciático y tristes, ebrios, quizás drogados, regresábamos a la ciudad de la eterna primavera, ciudad versátil, dura, peligrosa, pero amada.

jueves, 18 de marzo de 2021

Poema sin nombre

 

Dejamos de desear la inmortalidad

Hace tiempo que hemos puesto los pies en la tierra

Pero aquí decir verdades es como lanzar prejuicios

Da igual observar detenidamente las comunas de Medellín

Que los barrios populares de Cúcuta

La ganja, la maryjuana, la mafu, los cartuchos, churros, marimba, bareta, marihuana generan los mismos estados pero con otros nombres

Como decir colombiano

Como ser y votar por el que el señor de los miedos te diga

Porque la sangre sigue cayendo sobre la tierra

Y los pobres somos la carne del cañón, carne del cañón somos los pobres

Porque nuestra sangre sigue derramándose, derramándose

Elegir en el país del sagrado corazón es ponerse la soga al cuello y lanzarse al mar

Mientras que una roca (como la de Sísifo) esta amarrada al otro extremo

Y fijada en el fondo de las aguas

Sin embargo no me confundas

Puesto que tengo el Control que los Machetes me dieron en sus liricas

Que son las liricas de las calles

La respuesta a las dictaduras

La vox populi

Es ley

Es vox Dei

El poder no está en las armas

Esas matan gentes o cuerpos

Mas no ideas

Ahora nos importa lo del acá

Porque la inmortalidad nos la dará el recuerdo.

martes, 16 de febrero de 2021

Quiero hacer música con la orquesta de Joe Bataan


La cuadra sé quedó en un silencio expectante por unos minutos hasta que el portazo de un edificio de viviendas se escuchó y rompió con la tensión.

José, como era su verdadero nombre, Joselito, como lo llamaban sus padres, familiares y allegados en su natal Barranquilla, Joe, como lo conocían en Estados Unidos, salió de su apartamento, iba presuroso. El frío neoyorquino de esa época del año le hizo cubrirse el cuello con la gabardina, se le había olvidado la bufanda.  Caminó hasta la 24 Street, en donde bajó al sub y allí tomó el metro que lo llevó hasta la Estación de la 7 Avenue. Cuando salió de la estación corrió hasta el 310 Street 52.

Joe era un trombonista prodigio, eso decían los músicos que habían tocado con él, y él se lo había creído; por eso cuando fue a la ciudad de Medellín para grabar con la orquesta de porro con la que tocaba y el productor lo vio ejecutar el instrumento, lo llamó aparte al finalizar la grabación del LP y le dijo que su lugar no era estar en una orquesta de porro, sino con los grandes, allá cruzando el charco, que él se estaba perdiendo de la revolución de la historia quedándose en Colombia y desconociendo lo que estaba pasando arriba en la movida neoyorquina.

¡Claro! ¿Cómo no soñar tocar con las orquestas latinas que estaban haciendo músicas tremendas, las cuales ya eran un boom y daban de qué hablar en el mundo? Amaba la movida latina en los Estados Unidos. Así que cuando volvió a Medellín y conoció a Carmenza, de la que se enamoró inmediatamente, le habló de sus sueños y ella los hizo propios y por ello ambos decidieron irse juntos y vivir ese sueño musical. De eso hacía ya tres años y Joe solo había podido conseguir tocar en una orquesta de Doo-wop y Bogaaloo que era telonera de otras grandes orquestas, la orquesta en la que estaba Joe no tenía mucho peso en el circuito musical latino, les daban contratos para tocar por días en el Cheetah porque las grandes y las teloneras conocidas estaban contratadas en otros clubes.

Joe admiraba la música de su tocayo Joe Bataan, y más allá de sus deseos por tocar las músicas antillanas, él quería poder hacerlo con una orquesta más versátil; por eso cuando lo convocaron a los dos años de estar viviendo allá para presentar una audición e ingresar a la orquesta de Bataan, se ilusionó con pertenecer a los Latin Swingers y convertirse en gran trombonista, no quería ser encasillado en un solo género, quería ser músico diferente y luego de ser reconocido con Joe, formaría su propia orquesta con la que no solo tocaría lo de moda, sino que haría cosas diferentes.

Pero las cosas no salieron como él las había planeado: cuando estuvo al frente de Bataan las notas de su trombón no sonaron como él solía interpretarlas, y cuando le dijeron que tocara El avión los nervios lo traicionaron, se fue desmoronando su moral y su sueño se hizo lejano, como también luego de esa audición empezó a desmoronarse la magia entre él y Carmenza, que en Estados Unidos comenzó a hacerse llamar Tita, y que después de la audición se supo distante de él y de lo que ambos habían venido a buscar a New York.

Tita también empezó a despreciar el trabajo de Joe y su arte, No eres más que un perdedor, le decía. O, solo resaltas entre mediocres porque talento no tienes. Él se aguantó todo esto y justificó las palabras de su mujer pues estaba convencido que lo que ella no se soportaba era la vida tan miserable que llevaban ahí en Harlem en esos dos años. En Medellín no tenía que trabajar, vivía bien, en una acomodada casa por el apenas naciente barrio de Laureles. Su padre tenía un cargo alto dentro de una de las empresas más prosperas del país, y ella que desde niña fue tan rebelde terminó yéndose con el primer músico que le pintó una vida llena de lujos y éxitos en el extranjero.

En los primeros meses de estar viviendo allá y al Joe no encontrar trabajo, Tita le escribió a su padre pidiéndole ayuda. Al principio el viejo estaba enojado y avergonzado porque ella había deshonrado el apellido de la familia, por eso se negó a echarles una mano; luego dio el brazo a torcer y les ayudó, pero exigiéndole a su hija que jamás se fuera a aparecer por allá, que ya les habían dicho a los conocidos que ella se fue a vivir a los Estados Unidos con un alto oficial del ejército del tío Sam, y que eso implicaba no regresar a su tierra por los puestos que el tal esposo de ella ocupaba dentro de la jerarquía oficial, por los cuales la seguridad de él y su familia estaba en constante riesgo.

La ayuda del padre, más lo escaso del trabajo en la música y fuera de eso la audición malograda, llevó a Carmenza a volverse fría y dura con él. Y él, sin embargo, la justificaba a cada momento en su cabeza.

Luego el Joe consiguió trabajo como maquinista en una empresa de fundición de metales, debía pasar hasta doce horas bajo un calor intenso y después salía a las seis de la tarde a ensayar si no había toques, y si los había tenía que hacer recorridos maratónicos para cumplir con el compromiso.

Por eso después de un año de llevar esa vida trajinada y llena de escasez y humillaciones por parte de su pareja, algo bueno debía llegar, porque Dios presiona, pero no ahorca, se decía, y en verdad una nueva oportunidad volvió a tocar a las puertas de sus virtudes musicales: a Joe Bataan le llegó el rumor que había un trombonista que sonaba igual o mucho mejor que el que tuvo en algún momento. Bataan aún seguía buscando uno bueno y no lo había podido encontrar; también le dijeron que a dicho trombonista ya le había hecho la audición, pero que los nervios le hicieron una mala jugada. Entonces el que se habría de convertir con los años en el rey del Latin soul, pidió verlo en cuanto tuviese una presentación.

Esto que se lo dicen al Joe el día anterior a la presentación en el Cheetah, y ya no pudo dormir, quiso guardar su secreto hasta el día siguiente que era sábado para contárselo a Carmenza, le iba a pedir que lo acompañara para que le diera buena suerte. Cuando en la mañana despertó, Carmenza no estaba en casa; no regresó sino hasta veinte minutos antes de él salir para el club. Apenas la vio le dijo feliz:

-Te tengo una noticia, carmencita.

-Yo también -su rostro serio e inexpresivo-. Me voy, ya no aguanto esta vida.

-¿Te vas? -Le preguntó el Joe sorprendido por la noticia- ¿Cómo que te vas, para dónde? ¿Te devuelves para Colombia? No lo hagas, escucha lo que tengo que decirte, ya verás que nuestra suerte desde hoy va a cambiar.

-Colombia no, jamás regresaré. Me voy con Chico Trujillo. Estoy enamorada de él; además que acaba de firmar un contrato grande con una disquera que le quiere grabar sus canciones.

-¿Chico Trujillo?

-Sí, el mismo, desde hace meses nos estamos viendo.

El Joe no entendía lo que estaba pasando, y sin entender por qué reaccionó así empezó a gritar. Carmenza hizo lo mismo, solo puedo escribirles que gritaron de todo, tanto fue así que el barrio tan dinámico a esa hora se quedó en silencio.

Unos minutos después cesaron los gritos, luego sonó el portazo en uno de los edificios de apartamentos y Joe salió presuroso rumbo a Manhattan.

Al llegar al Cheetah recordó que al salir con tanta premura no cerró la puerta del apartamento. Pero no iba a pensar en eso, esa noche era su noche, se tenía que lucir con sus interpretaciones de las canciones de Bataan que tenían preparadas como número.

Olvidó que Carmenza lo había dejado esa tarde, se dio fuerza, se motivó, se dijo que él era capaz, seguiría adelante sin ella.

Entonces cuando salieron al escenario y vio que el club estaba a reventar y que en uno de los palcos VIP estaba el señor Bataan, todo eso se mezcló y fue como su éxtasis, Maldita perra, se dijo y recordó a Carmenza, pero la borró pronto de su cabeza.

Tocó el trombón como nunca lo había hecho, fue su noche, estuvo brillante, la gente no paró de bailar y mientras tocaba se sintió que ya pertenecía a las grandes ligas de la música latina, incluso en un momento vio a Joe Bataan moviéndose de manera arrebatada mientras interpretaron Pajarito, canción compuesta por el mismo Bataan.

Al terminar su primera entrada en escena el público reventó en aplausos, incluso el mismo Joe Bataan se dispuso ir a los camerinos para felicitarle.

Joe estaba exultante cuando bajó del escenario y los que estaban tras vestidores lo felicitaron. En ese momento se le acercó Bataan y también dos hombres más que se le adelantaron al rey del Latin soul. Le preguntaron que si él era José Cantillo, le hablaron en inglés; él les respondió que sí. Los dos hombres se identificaron como detectives de la policía de Manhattan, y que lo estaban deteniendo por el asesinato de su esposa Carmenza Jaramillo.

Lo esposaron allí, y prácticamente se lo llevaron arrastrado mientras que Joe les decía a los policías en un inglés aporreado y en medio de su efervescencia:

-Yo solo quiero hacer música con la orquesta de Joe Bataan -y con los labios señalaba a su ídolo, quien lo miraba estupefacto y no entendía qué pasaba con su futuro trombonista. 

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martes, 29 de diciembre de 2020

De puertas y calores

 Siempre me ha gustado la desnudez, llego a mi casa y me quito todo, duermo en las tardes por el calor; por esa época de temporada de calor una chica se quedaba en mi casa, era ella del municipio de La Ceja, Antioquia, y buscaba apartamento, nosotros le ofrecimos hospedaje mientras encontraba habitación o apartamento, estudiaba en la Universidad de Antioquia, se iba a las siete de la mañana y regresaba ocho de la noche, ese día llegué de trabajar a la una de la tarde, me desnudé y me acosté a dormir con la ventana y la puerta abierta, tranquilo, no recuerdo el sueño que tenía pero lo cierto es que era algo erótico pues tenía una erección, la sentía y me causaba placer estar así.

Y ahí escuché entrar a alguien a la casa, era la chica cejeña, pues siempre que llegaba soltaba un suspiro débil en la puerta, nunca lo entendí, quise cerrar la puerta, pero ella ya estaba próxima a la habitación, se me olvidó decir que su habitación queda contigua a la mía, entonces sin saber qué hacer me hice el dormido, me acosté boca arriba, en ese momento sentí que ella se detenía al frente de mi habitación, que no se movía y extrañamente comencé a experimentar que mi sexo estaba más duro, tampoco estaba pensando de manera lógica o  más allá de lo racional, me quedé quietico, sin moverme, creo que en mi rostro se podía ver una sonrisa tonta, esperaba que ella cerrara la puerta de mi habitación, pero no lo hizo, al contrario, abrió con mucha cautela la suya, escuché como dejaba caer  su moral al suelo, luego cerraba la puerta, me preocupé por lo que ella pensara de eso, pero la verdad es que yo no lo planeé, quise cerrar la puerta pero como dicen por ahí a rey muerto, rey puesto. Además, si lo hacía empeoraría las cosas al hacerle saber que yo si estaba despierto, entonces decidí no hacerlo.

Al cabo de unos tres minutos ella volvió a salir de la habitación, pero en vez de seguir hacía algún lado de la casa se quedó en el pasillo, me observaba, estaba seguro, entró sigilosa a mi habitación y sentí sus ojos puestos en mi sexo que ahora me parecía a punto de reventarse, dejé mis ojos bien cerraditos, creo que estaba sudando; en un principio sentí uno de sus dedos pasar suavemente por la parte de encima de mi pene, después dos dedos, luego tres, hasta que al cabo de unos segundos era su mano la que lo acariciaba y luego lo rodeaba, su otra mano acariciaba mi pelvis y mis testículos, sentí el agitar, el placer en cada subida y bajada de la mano sobre mi sexo, gocé cada caricia suya y el culmen, y el fuego y la explosión. Creo que ella logró ver el rostro que hacía cuando eyaculé.  La sentí salir de mi cuarto, la sentí en el baño, la escuché arrancar papel higiénico y limpiarse, la volví a escuchar regresar en sus pasos y entrar a su habitación, cerrar su puerta y acostarse.

Me levanté y me vi totalmente mojado, también fui al baño y me limpié, la erección no se me iba así que me tomé varias fotos de cómo lo tenía, fotos que verás al final de este texto. Cerré la puerta y me acosté a dormir feliz.

A eso de las cuatro de la tarde me levanté, me vestí y arreglé la casa.

La chica regresó de la universidad a las ocho de la noche, abrió la puerta y soltó el suspirito, yo la miré y la saludé mientras que pensaba en eso que los sueños a veces son tan reales.  

lunes, 31 de agosto de 2020

Paranoia (Cuento sin corregir)

 

El hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma.

Albert Camus, La peste.

La vaina se volvió seria cuando noté que la cerveza se había acabado, del papel higiénico aún quedaban existencias en el supermercado, pero por ningún lado pude encontrar zanahorias, toda la vida me he considerado paranoico, incluso cuando veía corrillos de personas hablando y volteaban a la vez para mirar hacia donde yo estaba o por donde venía me creaba ideas y formaba conspiraciones y burlas en mi contra. Así se me fue a vida entre paranoias y especulaciones. Cuando crecí las ideas paranoicas me perseguían y cada vez más se hacían más y más reiterativas, así me gané enemigos que nunca lo supieron y amistades lejanas que nunca llegaron a serlo.

A mis paranoias me acostumbré justó cuando las empecé a ver como parte de mi cotidianidad: ir al estadio y pensar que la tribuna norte se iba al piso por estar brincando todos al mismo tiempo, o por ejemplo vivir en el 16avo piso de una urbanización y pensar constantemente que en cualquier momento un terremoto habría de sacudirnos tan duro que el edificio se desplomaría mientras que nosotros que andábamos dormidos no podíamos remediar esa muerte natural por el movimiento y trágica por el cómo moríamos. Incluso aun estando en la cama, a veces mi esposa se mueve y el colchón se sacude y yo ya voy pensando en el bendito sacudón dentro de la escala de Richter.

Otra de mis paranoias constantes es la que me sucede por lo menos dos o tres veces a la semana que al amanecer me despierto asustado pensando que irremediablemente me voy a morir, estoy juagado en sudor, el corazón a punto de reventar y el pulso alterado. Me da una sed muy fuerte.

Y la última que desarrollé en el último año es que en cualquier momento bajando del oriente antioqueño, lugar para el cual la empresa para la que trabajo me envió a laborar, justo cuando comenzaba a descolgar el transporte por la avenida Las Palmas me despertaba y experimentaba que nos íbamos a salir de la carretera y saldríamos volando por ese precipicio por el cual se ve el valle del Aburrá.

He tratado de luchar contra mis paranoias o llámelas usted como quiera, miedos, mejor así, pero ha sido imposible. Lo cierto es que cuando comenzaron con las noticias que el COVID19 llegó a Colombia traté de estar tranquilo y logré controlar mis paranoias, incluso cuando se propagó el rumor que justo dos pisos debajo de donde yo trabajo llegó una paciente de 25 años con el coronavirus, en ese momento yo estaba muy tranquilo, lo que me llevó a tranquilizarme fue pensar que el COVID19 solo mataba adultos mayores y a mí me faltan casi 30 años para serlo. Sin embargo y pese a los comentarios, a las decisiones tomadas por mi empresa y los gobernantes nacionales y locales yo seguía manteniendo la calma, debo reconocer que tuve atisbos paranoicos cuando uno de esos primeros días en el edificio que trabajo estaba completamente vacío y solo estábamos los trabajadores, muy pocos en realidad, me tocó bajar por los lados de la piscina, no me encontré con nadie, al subir comencé a experimentar que me seguían y no era nada más y nada menos que los zombies de 28 days later, sentía que me agarraban con sus manos de muertos vivientes y corrí con todas mis fuerzas por las escalas hacía arriba hasta llegar a mi puesto de trabajo.

El segundo atisbo paranoico sucedió tres días después.

Era sábado y ya se habían prendido las alarmas, ya nos habían dicho que no saliéramos a las calles que esto ya era un asunto de salubridad, que evitáramos tumultos y estar en espacios con más de cinco personas o reuniones de 500, al llegar a casa mi esposa me pidió que fuera a comprar algunas cosas al supermercado, nosotros vivimos relativamente cerca de dos cadenas que venden a bajo costo, pero mientras subía hacía ellos pasé por la revuelteria  y estaba muy llena, en la equina vi a unos señores que hasta esa tarde los comencé a notar de manera consciente, recordé las veces que pasé por allí, si los veía pero no los tenía grabados en la cabeza en esa cantidad que se encontraba en la tiendita,  eran muchos, cada que pasaba por allí si los veía pero no creía que fueran tantos. Además ¿a quién esperaban allí?

Subí al supermercado y cuando entré comencé a ver las cosas como si estuvieran decodificando la realidad: no había cerveza y el papel estaba a punto de terminarse, pensé en lo borracha que es esta ciudad y en lo cagajona, pero al momento relacioné lo de la cerveza y el papel higiénico con el COVID19, además ayudó ver a las personas con tapabocas, la enfermedad me hizo más susceptible ante la realidad; cuando se entra a esos supermercados se sale rápido, esa tarde me demoré más de los normal, cuando salí volví a mirar a los viejos, se doblaba la cantidad de cuando pasé por su lado ¿De qué hablaran? Pues de lo que hablan los jubilados, me dije.

Mientras caminaba por la acera del otro lado de la calle que de por sí es oscura volví a experimentar los pasos detrás de mí de los muertos de 28 days later, esa vez recé el padrenuestro, el avemaría y creo que recité hasta el dulce Jesús mío, mi niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto. Cuando llegué a la casa decidí escribir un diario de lo que vendría. Creí observar demasiado y decidí guardarlo como memoria:

Diario de una peste

Día 1.

No hay cervezas, se acabaron las zanahorias. La gente de Medellín caga mucho.

Al siguiente día volví a salir, los mismos viejos en la tienda y hasta más, el mismo ritmo de compra en el supermercado, pero esta vez las personas ya no hablaban, una niña estornudó tras de mí y todos la miraron con rabia, incluso yo, ni el papá ni la mamá le dijeron algo, la hermana mayor le dijo Qué pena Estefany, usted no se tapó parce, qué pea salir con usted a la calle y se río.

Al legar a la casa escribí.

Día 2.

No hay papel ya, ni zanahorias, ni cerveza, ¡Ahh! Y tampoco arepas.

Estaba preocupado por las arepas y porque las personas estaban más paranoicas que yo.

Ayer lunes amanecí con un orzuelo en el ojo izquierdo, el día se me fue trabajando y organizando cosas del trabajo, a las cinco de la tarde no aguanté más y me dirigí a la farmacia, antes de salir mi esposa me encargó traer varias cosas del supermercado, me dirigí al mall y por primera vez el bar de la esquina estaba cerrado y sin música, sorprendente, suelen poner su música a todo volumen y tener un par de mesas con personas consumiendo.

Compré la pomada y me devolví en mis pasos y seguí hacía el supermercado, en la esquina seguían día y noche sentados los mismos treinta viejos en esa tienda que estaba igual de longeva que ellos, una sumatoria de años, me los imaginé ahí gozando de su pensión, o lo mejor eran jubilados solitarios que estaban esperando a que la muerte o el COVID19, que es la misma parca disfrazada de gripa, viniese por ellos para llevárselos. Pasé rápido por allí y me dirigí al supermercado, al entrar noté que estaba más vacío que antes: no había pollo, ni carne, ni embutidos, ni leche, tampoco verduras, el papel que me imagino surtieron esa mañana  iba ya por la mitad, pasé por la sección de parva y no encontré las galletas ducales, tampoco jengibre; hice una fila de cuarenta minutos y cuando pasé por el lado del lugar de la cerveza no vi ni una, ya estaba a punto de llegar a la caja cuando a un señor lo hicieron pasar delante de mí porque era un adulto mayor, sentí lo peor, pero me contuve, cuando llegue a la casa me baño de nuevo, pensé, éste señor se llevó todas las existencias de leche.

Salí rápidamente pensando que ese lugar tenía muchas personas adentro y que no tenía ventilación, pasé por el lado de los viejos que hablaban si se decía brasier o brasiel, me distancié dos metros de ellos, pero agudicé mi sentido de la escucha; al llegar a la tienda de la otra esquina alcancé a ver que estaba muy llena, me quedé afuera esperando que salieran las personas, pero me entró un terror tremendo: a lo mejor se acababa lo que venía a buscar y sin pensarlo ingresé, efectivamente solo había una zanahoria y una sola miel y no tenían ya jengibre. Compré lo que necesitábamos y regresé inmediatamente a mi casa, mientras caminaba veía entrar gentes y más gentes a ambos supermercados y salir con sus cosas, estaban como locos, Paranoicos, pensé.

Entré a mi casa, me quité la ropa en el baño y me bañé por ahí quince minutos. Luego salí y escribí.

Día 3.

·         Hoy había zanahorias, pero no encontré arepas.

·         Tampoco galletas Ducales, se les hará difícil a los ducalistas (quise sentirme gracioso) y a los burribistas sobrevivir.

·         Tampoco hay cerveza, aunque no la tomo quiero dejar constancia que estaba agotada desde que comenzó la crisis epidemiológica.

Rematé mis memorias de ese día diciendo:

·         No se asusten, pero los zombies andan desabasteciendo los supermercados.

Y en ese momento caí en cuenta de algo: las personas sufren de la misma paranoia mía, cada uno tiene sus propios miedos y sus propias maneras de sugestión, entonces no soy tan único y exclusivo, me sentí mal por ser tan del común ¿qué podía hacer? Nada, absolutamente nada, entonces me pregunté ¿si soy del común, por qué reprimirme?

Decidí que mañana mismo compro lo que pueda en papel higiénico, en servilletas, en antibacteriales, también compraré un mercado para dos meses y me encerraré con mi esposa y mi hija a esperar que el mundo se acabe por culpa de esta pandemia, mientras que los muertos vivientes se matan entre ellos por las calles y el mundo sigue girando sin detenerse ¿de casualidad un terremoto o un fenómeno natural podrá acabar con esos pobres infectados que están en las calles penando?

martes, 19 de mayo de 2020

Natalia y Natasha


Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página. Jorge Luis Borges.


Natalia y Natasha eran competitivas y entre ellas se retaban, esto sucedía en diferentes ámbitos de sus vidas en las que terminaban de una u otra manera vinculándose, allí nacían los  retos, primero eran amigables por respeto al pasado que las unía, luego pasaban a tensiones, palabras fuertes y chismes de ambos lados, dividían, multiplicaban y no llegaban a nada.
Un día llegó trasladado al colegio un  chico que venía del sur de la ciudad, Juan David entró a decimo, la primera que lo vio fue Natalia quien se dijo ¡Uy, qué man tan lindo! Lo quiero para mí.
Natasha lo observó caminar en busca de la cafetería, ella había acabado de salir del baño y ¡Pum! ¡Papasito! Lo quiero para mí. Se dijo.
Y así sin que las dos se dieran cuenta se enfrascaron en una nueva batalla para demostrar cuál era la mejor, al principio las dos lo cortejaron al tiempo y con los mismos métodos: le enviaban cartas con chocolates o cualquier otro dulce, lo invitaban a salir, le hablaban a toda hora por el Whatsapp sin importar si estaban en clases o en cualquier lugar, le publicaban mensajes románticos en el muro del Facebook, y es que eran tan parecidas entre ellas que cuando Juan David leía lo que le escribían o le publicaban las terminaba confundiendo, no sabía cuál era lo que había dicho qué… lo retuiteaban, lo seguían en Instagram, stalkeaban sus perfiles en todas las redes sociales que él pudiese tener, era casi una persecución amorosa o una obsesión compartida. Incluso fueron muy osadas y pusieron la foto de Juan David en la portada de sus perfiles, casualidad: la misma foto, en esa foto aparecía con una camisa de cuadros rojos y blancos, con una gorra blanca Adidas, lentes con marco redondo y delgado que parecían de oro, los audífonos puestos y mientras se miraba al espejo se tomaba la selfie, en la foto original escribió la siguiente leyenda ¡La experiencia enriquecida me formó como persona!
La una creyendo que la otra la imitaba se increpó por Whatsapp, el agarrón fue tan épico que cuando se vieron en la entrada del colegio al día siguiente de la discusión se fueron a los golpes, obvio,  luego de gritarse zorra, perra, buscona y envidiosa, en realidad fueron arañazos, haladas de pelo, babas, gritos e insultos.
La pelea llegó a niveles desmesurados: padres de familia en rectoría, llamados a la hoja de vida, suspensiones, llanto, odio y habladurías por los corredores del colegio, la historia entre ellas dos, las que en otrora fueron muy unidas, no termina bien, ambas la vida les deparará un futuro nefasto.
Pero lo que nunca Natalia ni Natasha supieron  es que mientras ellas peleaban por un hombre, él encontraba las mieles del primer amor en los brazos de Camila, la practicante de la licenciatura en idiomas que venía de la Universidad de Antioquia a trabajar con los grados Decimo y Once.


sábado, 9 de mayo de 2020

No me dejés con ese tango y su letra.


No me dejés el sonido de la milonga que la piel se me deteriora con el gemido desgarrador del cantor.
Ese tango suena una y otra vez en el tocadiscos, el dolor no tiene tiempo para detenerse.
Vos bandoneón decime tus penas que yo te contaré de mis desengaños.
No soltés tus tristes melodías a oídos sordos que están absorbidos por los mutismos del amor.
No caigás en el ruido innecesario que las músicas actuales pretenden imponer.
Quédate conmigo triste tango, permití que el bandoneón alimente las penurias de mi alma.
Mientras que el compás de las milongas va marcando el  regalo de  la piel para soportar el peso
de esto llamado vida.