Ese es el
problema con la bebida, pensé, mientras me servía un trago. Si ocurre algo
malo, bebes para olvidarlo; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; y si
no pasa nada, bebes para que pase algo. Charles Bukowski.
Para
José Correa, Álvaro Escandón, Daniel
Tobón, Viviana García, Julián Sánchez Mejía.
Me
gusta empezar mis cuentos con un suele
suceder, así que… suele suceder que los seres humanos ponemos en juego
nuestros sentimientos y a veces damos pasos de locura que nos llevan a
comportarnos o como seres racionales o como simples y pasionales sujetos que
rayamos en los estribos de la seducción o la melancolía, para el mundo moderno
el mejor apelativo a esos sujetos es el de imbéciles.
Pero
no podemos asegurar que la imbecibilidad vaya de la mano o del amor o del ser
perdedor, ya lo dijo Safranski La
angustia de la vida empuja al hombre fuera del centro, y ese estar fuera es
lo que nos conduce a comportarnos como imbéciles y perdedores, ya hemos
observado en la historia humana que muchos hemos actuado como imbéciles sin
necesidad de estar enamorados, solo teniendo una erección o un deseo incrustado
en la sangre y la piel. Ahora, no podemos negar que la gran mayoría de
dictadores han estado enamorados ya fuese de su ego, ya fuese del poder, todos
han amado de una u otra forma, ninguno de estos ejemplos son los que nos atañen
puesto que del amor y la estupidez de la que hablo son dos cuestiones
diferentes, el amor es una manera de vincularnos con el otros, la estupidez es
otra de hacernos distanciar de dichos vínculos.
El
caso es que estábamos en ese café bar no hace mucho, estábamos
departiendo con algunos amigos que dejan la literatura y los libros, yo había
llegado tarde porque estaba disfrutando de las mieles sublimes del sexo.
Cuando
entré a Zorba, bar ubicado cerca de la Avenida El Poblado por la calle octava.
Subí al segundo piso y cuando entré las personas que estaban allí voltearon a
mirarme justo Bruce pronunciaba mi nombre, pero lo hizo con la intención de preguntarme
si había llevado algún poema preparado acerca de la muerte (o simplemente para
hacerme quedar en pena ante los otros porque llegué casi al término del evento
que ya llevaba hora y veinte minutos de comenzado). Yo que para aquel entonces
me creía Henry Chinaski le dije que sí, pero que lo declamaría justo cuando
estuviera ebrio. Ya escribí que las personas me voltearon a mirar, pero luego
de mi respuesta algunos me echaron miradas inquisidoras, otras despectivas,
otros rieron con mi genial ocurrencia, disculpen
ustedes mi comentario tonto y también disculpen por los próximos que haré,
pensé, ya estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, así que seguí y me senté
en la parte de atrás; pedí una cerveza Club Colombia y cuando me la trajeron me
la tomé de un sorbo porque tenía mucha sed. Dejé que la onomatopeya ¡Ajjjjj! Respondiera por mí. Puse la
botella vacía en la mesa e inmediatamente hice un paneo y descubrí a ése buen
sujeto de Manizales de nombre Julián Sánchez Mejía, era un tipo tranquilo, creo
que se casó y lo han intentado domesticar, pero es un lobo de lomo plateado, sé
que ha sido imposible esa misión. Era agradable hablar con él, y como dicen las
malas traducciones al español latino de Bukowski, para mi Julian Sánchez Mejía
era un verdadero follamadres. Lo
saludé.
Al
lado derecho de él estaba Viviana García, una pelirroja de cabello enmarañado,
cuando bebías con ella era como estar bebiendo con otro tipo, pero la
diferencia era que Viviana aguantaba más que cualquier hombre, también la
saludé.
A
mi lado estaba izquierdo estaba el señor Daniel Tobón, escritor de dos novelas,
muchos cuentos e infinidad de poemas muy similares en su métrica a los del
siglo de oro español. Él fue quien me saludó.
Bruce
mientras tanto seguía hablando de libros que nos ponían a pensar en la señora
muerte, después de casi dos horas de conversación, les contó sobre el programa
de liberación de libros y en qué consistía, al finalizar su intervención se
vino el momento de la liberación de los libros llevados por los asistentes al
encuentro, yo me dediqué a emborracharme, pedí una botella de aguardiente y me
tomé los tragos con Viviana, Daniel y Julián. Bruce, en medio de su
responsabilidad libertaria de libros encarcelados en bibliotecas personales se
acercó a saludarme, le extendí una copa y no quiso tomarla porque se había
servido vino, entonces me lo tomé por él.
Quería
salir a fumarme un cigarrillo cuando alguien me abordó, era una mujer con la
que siempre había querido congeniar y no sabía por qué, no lograba conectarme
con ella y sus intereses, con su afición lectora, con nada de ella me
interesaba conectar, solo con su cuerpo, yo para ese entonces me creía
interesante porque leía y escribía, aunque nunca me hubiesen publicado, salvo
algunos cuentos en un libro titulado Relatos
a la deriva y que sería publicado por el mismo grupo de Librosbarco.
No
era un buen escritor, pero me las daba, escritor era Daniel Tobón o un tal
Agudelo, ellos follaban y les publicaban, una follada, una publicada, yo a
duras penas podía follar sin tener que pagar, y ahí radicaba el por qué no
podía conectar con María Victoria, ni era interesante, ni inteligente, lo
gracioso: me las daba de muy muy y era tan tan, es decir, un imbécil.
Me
saludó.
-¡Hola,
Arbey! ¿Cómo estás? -me dijo dándome un beso en la mejilla derecha,
estúpidamente deseé no lavármela en días.
-Bien,
¿y vos?
-Bien,
bien… oye, te felicito por tu nuevo cargo ¿estás contento?
-Sí,
-le dije mientras pensaba en el sudor de mis manos, ¡Maldita sea! ¿Cómo podía
esa mujer descontrolarme tan fácil cuando yo me creía fuerte y que podía
controlar mis sentidos? - gracias linda por preguntar, estás hermosa. -ups, lo
dije sin pensarlo, sin hacer consciente mis palabras, el bocón del cerebro fue.
-¿Te
parece?
¡Qué
cagada, marica! ¿Cómo dejé escapar algo que no se debía verbalizar?
-Sí,
estás tan hermosa que mis ojos no alcanzan ni abarcar tu hermosura, ni a
soportarla, ¡vete de aquí, terrible belleza!
¿Y seguís cegándola, gran güevón,
seguís diciendo maricadas tan mañés y estúpidas como los uribistas? ¡Volvete
pues serio, ome enchimbao! Me dije mientras me quedaba como
único camino sonreír al halago bobo que le acababa de lanzar.
-Exagerado
-fue lo único que me respondió mientras que se iba sonrojando.
-Me
parece mejor que me definas con la palabra encantado.
¡Ay, Dios! Cerrame esta bocota.
-Eres
un romántico -su voz tomó un tono de niña.
-Y
tu una diosa.
Cagada tras cagada, cagada tras
cagada.
-No,
yo soy una mujer normal.
-Entonces
lo normal se ha vuelto fantástico y lo fantástico ante vos pasó a un segundo
plano.
¡Ya qué hijueputas, ya la cagué del
todo! Cagado un dedo, cagada la mano. Me decía entre risas
tontas y rabia por mi estupidez.
Ella
sonrió y yo creí abrir alguna buhardilla, pero como les dije al principio no
dejo de ser un humano soñador, un iluso, aun viendo los resultados de mis
exageradas y pobres palabras.
-¿Y
qué más, qué cuentas de nuevo? -preguntó cambiándome de tema, entonces no supe
qué pensar: si desilusionarme por no darme más cabida, o agradecerle por
evitarme el bochorno y la ridiculez.
-Pues
escribiendo un poco, leyendo mucho y buscando una editorial -aquí la
conversación había perdido la intencionalidad y se convirtió en meras palabras
de cortesía, insulsas, de salida- para publicar.
-Qué
bueno, Arbey, me alegro por ti, escribes muy bien y esas cosas le pasan a
personas bonitas como tú.
¿Bonitas como yo, acaso no se nota
mis intenciones carnales con vos y que esa es la razón por la que te hablo y
ya?
-me dije al tiempo que le sonreía.
-Soy
no más que un aprendiz de escritor, no lo hago bien, escribo porque hay un
impulso extraño que no me permite escapar, ya quisiera hacerlo como Borges, o
Dostoievski, pero las palabras me desbordan, me arrojan contra la hoja en
blanco y debo darles un orden para que tengan sentido a ellas y a mi vida. Pero
al final termino siendo yo en vez de otros o lo que desea el mundo de mí.
-Qué
bonito lo que dices, aún no logro entender por qué estás solo, si la palabra
tuya encanta y enamora.
-Yo
tampoco lo entiendo -le dije con tal desilusión que pareció frialdad- ¿con
quién viniste? -le pregunté creyendo comprender que ella había cambiado toda la
conversación.
-Con
un amigo del trabajo, estuvo muy bueno el encuentro de hoy.
-Sí.
-Sí.
Hubo
un silencio.
-Bueno,
Arbey, te me cuidas, un placer hablar contigo.
-Lo
mismo digo.
Me
dio otro beso y se fue, miré alrededor, me sentía un imbécil, noté que los
amigos que estaban afuera hablaban entre sí, que ninguno se percató de mi
embarazosa conversación con María Victoria, sentía como la ridiculez se posaba
en mi rostro, sentía que pasaba perfectamente de la prepotencia a la
imbecibilidad en cuestión de segundos.
Decidí
fumar.
En
la calle mandaba el frío, nublado estaba el cielo, recordé el aguardiente y
deseé tener una copa para pasar el humo, pero ya llevaba por la mitad el
cigarrillo, entonces saqué una caja pequeña de chicle y me metí las dos
pastillas en la boca, le di las dos últimas caladas al Malboro cuando apareció
Bruce, me ofreció de su vino, tomé, me preguntó sobre mis cosas, le di un
resumen en general diciéndole que todo estaba en orden.
-Vi
que hablabas con María Victoria.
-Sí.
-¿Cómo
te fue?
-¿Con
qué?
-Con
ella.
-Como
siempre -le respondí mientras me prendía otro cigarrillo.
-Esa
mujer no ha podido superar al exnovio, vive apegada a un ideal de hombre: su
ex, como Madame Bovary y su asunto con el amor y el estatus social.
-Creo
que todos los ideales pueden caer cuando nos damos en las ñatas con la
realidad.
-Cierto,
pero ella por más golpes que se haya dado contra su realidad, o contra su novio
no aterriza -concluyó Bruce con un aire tan seguro que parecían sus palabras
como las de un solemne monje que ha estudiado psicoanálisis.
-Pero
Bruce, no seás tan drástico, quizá su cosmovisión del mundo no le permita
cruzar la frontera de la realidad.
-No
soy drástico, güevón, solo digo lo que ella refleja en su vida.
‑Pero
es que la vida es cumulo de golpes, Bruce, y sin embargo, no entendemos ni al
mundo, ni a nosotros, es como cuando uno sabe que su equipo de fútbol es malo,
que inevitablemente va a descender, pero vos seguís haciéndole fuerza y vas al
estadio y sufrís y lo amás.
-Marica,
eso es la vida, por eso soy hincha del Medellín y por eso vos a pesar de que lo
criticás también lo amás. Eso es lo que le pasa a ella también con su exnovio,
ama lo que la hace sufrir y no quiere ni pretende dejar de soñar con el regreso
de su amor perdido, a lo mejor ya muerto.
-¿Ves?
A eso me refiero, eso es María Victoria, es el negarse a entender la realidad,
ella prefiere la levedad que le ofrece la esperanza, es un estado en el cual el
soñar y el esperar son dos síntomas de fe.
-Cierto,
tienes razón. Vení, vamos para adentro, hace frío y hay mucha gente a quien se
le debe dar un saludo, además estar opinando sobre la vida de un ausente es un
acto de mala educación, es como exigir cosas que uno no da.
-Yo
siempre estoy dispuesto a darme pero nadie me recibe, por ello utilizo la
ironía para poder aceptarme, así, tal cual.
-Está
bien Tal cual, entremos pues y
terminemos de disfrutar la noche.
-Vamos.
Adentro
el licor animaba las conversaciones, me senté al lado de Tobón y lo envidié por
tener ya dos novelas publicadas, Hijueputa,
me dije. Daniel ya se había tomado la media botella de guaro y hablaba sobre la
historia de la poesía, efectos del licor, Julian le seguía y ponía rostro
angélico, rostro que significaba entendía y reflexionaba lo que el escritorfollador de mujeres habitantes
de esa otra ciudad llamada Poblado, las cuales no merecían siquiera el pago de
un cuarto por parte del triste filólogo por unas horas, le decía a su público
contertulio.
No
supe qué hacer entonces me tomé un aguardiente doble, Viviana se me acercó y me
dijo no sé qué cosas pues yo miraba sin
parpadear, no estaba allí, me encontraba al lado de María Victoria creyendo que
era yo quien la hacía sonreír y la animaba esa noche, me importaba un reverendo
culo lo que la pelirroja me decía, seguía parloteando, yo me veía al lado de la
otra, sentado, tomándola por la cintura, besándole el cuello, pasando
sutilmente mis manos por su espalda descubierta, como por accidente culposo
rozándole y el placer despertándole, en mi imaginación le acechaba los poros de
la piel, la anhelaba, la deseaba una y otra vez, una y otra vez.
-¿Estás
de acuerdo, Arbey?
-¿Con
qué?
-Con
todo lo que te dije.
-Me
parece.
-¿Entonces,
cuándo me los da?
-¿Qué?
-El
dinero.
-¿Para
qué?
-Para
la edición del libro, estás como ido, parecés drogado.
-No,
yo estoy bien.
-Ok,
avísame cuando podás dármelos.
-Bueno,
cuídate -la ignoré porque deseaba sumirme en los juegos misteriosos de la
imaginación, pero en ese momento entró Álvaro Escandón y desvió mi atención a
él porque se interpuso entre María Victoria y yo, me tomé otro trago doble.
Álvaro
saludó a todos los parroquianos que lo conocían y a desconocidos también, luego
se acercó a donde estábamos nosotros y nos saludó, yo lo hice con afecto, se
sentó a mi lado y le ofrecí un aguardiente el cual se tomó con ganas. Natalia,
una morena muy sexy que hacía despertar los más bajos instintos se acercó a
saludarlo, él haciendo honor a su caballerosidad respondió a su saludo, yo que
me suelo fijar en detalles pequeños, lo vi transformar su caballerosidad en
deseos, a los dos se les notaba, tenían una fricción sexual muy alta, ese
pequeño espacio echaba chispas. Meses después y luego de tener encuentros
casualmente fortuitos y sexuales, aun teniendo ambos claro que solo era sudar
el uno contra el otro para no perder la costumbre, piel con piel, carne contra
carne, la morena le hiciese un reclamo repleto de histerias categoría novia
loca, paranoica y toxica, esto sucedió la noche que le celebraban el cumpleaños
a él.
Álvaro
se despidió de Natalia y regresó a mi lado; al sentarse notó la presencia de
María Victoria, sin pensarlo se puso de pie y como un prestidigitador estaba a
su lado saludándole, que beso en la mejilla, que abrazo, que risas, que se veía
que la pasaban bien en ese momento, que
trin, que tran. A María Victoria la brillaban los ojos de la felicidad, eso
creía y eso creo ahora mientras me tomo un vino y escribo estas palabras.
Álvaro con su forma de ser hacía sentir a las mujeres como si las transportara
más allá del cielo sin dejar de estar en la tierra, su manera de ser lo
mostraba como un hombre completo, ellas en el mundo de él eran el centro del
universo, estoy seguro que ahí no importaba qué mujer fuera. Por ello muchas
cedían a sus encantos, en la gran mayoría de los casos le abrieron las puertas
de su sexo por el poder que tenían sus palabras.
El
tipo que andaba con María Victoria se puso de pie y fue presentado al zorro de
la ciudad, Álvaro, que nunca perdió la calma lo saludó con entusiasmo y muy amablemente
le conversó, los tres rieron, yo me volví a tomar otro guarito doble.
De
pronto Álvaro volvió y se sentó a mi lado, se sirvió un trago y se lo mandó con
unas ganas, me miró riendo y me dijo.
-Esa
mujer es una mamasita, es de las que uno ama intensamente, de las que se sabe son
perfectas y hay que romper con esa perfección, serles infieles, pero también es
de esas mujeres que cuando se acaba la relación hay que odiarla con la misma
intensidad con la que se amó y se le
traicionó.
Lo
único que hice fue asentir aunque no estuviera de acuerdo con sus palabras. Me serví otro trago y me lo
tomé, dejé la copa en la mesa y le respondí.
-Ella
de es de esas mujeres que uno se encuentra una vez en la vida y ya.
Cogí
la botella, me serví otro guaro y di zanjada la conversación.
-Sí,
respondió él y ahí abandonó la conversación y se unió a la alegre tertulia que
sostenía Daniel Tobón.
Al
quedarme solo decidí salir a fumarme otro cigarrillo pero antes hice un pare en
el baño, debía pasar por el lado de María Victoria y por mero instinto rocé con
mi mano derecha su cabello, ella volteó y me lanzó una sonrisa que me hizo
sentir vivo. Afuera decidí no pensar más en ella.
Luego
de cinco minutos entré al bar y me uní a la conversación en la que estaban los
conocidos, el grupo de contertulios de Daniel Tobón se expandió, Bruce abrió un
nuevo tema y entorno al vino hablaban de las obras literarias que más habían
impactado en el 2011.
-Maldito
capitán Simonini -dijo con rostro de indignación Bruce-, es un sujeto
mentiroso, macabro, misógino. Nunca en mi vida odié tanto a un personaje como a
éste que creó Umberto Eco.
-Yo
en cambio he amado a rabiar a la hacker ¿cuál es el nombre? Arbey, ¿recuerdas
el nombre de la hacker de la trilogía
Millenium? -Me preguntó Álvaro con tal seducción (eso creí observar) que las
mujeres lo miraron como si algo en su fuero interior se hubiese sobresaltado.
-Lizbeth
Salander -respondí con una sonrisa que pareció más una mueca.
-¡Sí,
esa! Lizbeth Salander, qué personaje más hermoso, solo con la descripción que
hace Larsson de ella uno ya la ama, ya anhela hacerle el amor, morder sus
tatuajes, apretar su cuerpo por encima de las ropas; es una diosa moderna, una
mujer polifórmicamente seductora y perversa, es la rima, la copla, la lírica y
lo gutural juntos.
Las
mujeres lo miraron con más ganas, como queriéndoselo comer a besos, otras al
verse observadas por él no supieron qué hacer con sus manos, parecían
hechizadas por el tono de aquel Brad Pitt criollo. Era tan exitoso como Bruce,
Tobón y Agudelo, eran los ejemplos a seguir en el amor y el sexo. Y es que
muchas veces se mezclan los jugos
sexuales con las confusiones generadas en la cabeza que erróneamente llamamos
sentimientos o amor y que en su defecto solo son pasiones.
-A
mí la que más me seduce es Madame Bovary –dije pidiendo con una seña una
cerveza-, es un personaje que me parece místico, inocente, soñador y muy
sexual. Es una mujer que aspira a la aristocracia y eso la hace ser egoísta, se
cree de mejor familia y Flaubert se aprovechará de eso para mostrarla igual de
estúpida como su esposo Charles. Sus sueños la llevan a equivocarse, hay
personas que persiguen sueños y esos sueños están metidos o en la chequera de
otros o en los cuerpos de otros, a veces los sueños terminan haciendo parte de
las utopías modernas.
Las
cuatro mujeres que había allí se
aburrían con mis palabras y me lanzaron sendas sonrisas fingidas, pero una de
ellas no me soportó y dirigiéndose al Brad Pitt criollo me silenció.
-Qué
poético eres, Álvaro, -las otras asintieron mientras sus ojos brillaban, no
sabiendo qué hacer con las manos Álvaro les regaló una sonrisa casi perfecta
pero general que cada una asumió como propia, al tiempo él metía sus manos a
los bolsillos del jean. Ellas eran sus groupies y él un rockstar ¡¿Quién da más
por él, mujeres? ¿Quién le abrió más las piernas alguna de estas noches
anteriores?! Nunca pude saber cuál de todas fue, o todas, o ninguna, no hay un
porqué que me lleve a saberlo, cada cual hace de su vida y su cuerpo lo que
quiera, es decir, cada cual presta su juguetico para divertirse con otro
juguetico.
-No,
aquí el poeta es Arbey –dijo Álvaro señalándome- él es quien escribe mejor
poesía, ante sus palabras soy un neófito.
Ellas
me sonrieron, pero obvio, me había ganado ya sus máximas lanzadas al precipicio
de sus silencios, en los intersticios de su mente, me habrían gritado ¡Eres aburrido!, Gracias pero no gracias,
no eres el escogido.
-Honor
que me haces, amigo –le respondí a Álvaro, luego miré a Bruce que asintió con
cabeza y mirada, él fue el que siguió hablando con los invitados luego de mi
corta y ridícula intervención.
Me
senté solo a la mesa y puse mis ojos en la inevitable María Victoria. ¡Oh, diosa redentora! Pensé, tomé hasta donde más pude de la botella de
cerveza.
Minutos
después Álvaro se sentó a mi lado, no dijimos nada, me pidió un trago y se lo
serví, igual hice para mí, brindamos y nos los tomamos.
Él
preguntó.
-¿Trabajás
mañana?
-Sí,
¿y vos?
-Igual,
me falta una semana más y me voy de vacaciones –ahí alzó la mirada y se
encontró con María Victoria quien se había acercado a nosotros para despedirse.
Álvaro la abrazó, yo poniéndome de pie y luego de hacer una eterna fila
pasional, llena de fricciones entre ellos dos, así me pareció y siempre que
estaba al lado de Álvaro lo entendía eso no solo con ella sino con cualquier
mujer. El acompañante nos tendió la mano y se la dimos, él le puso la mano a
ella en la espalda y la invitó a salir.
Álvaro
y yo, como si lo hubiésemos planeado, hicimos pistolas con nuestros dedos y le
disparamos al tipo por la espalada a sangre fría, Álvaro le pegó dos tiros, yo
le vacié mi pistola Smith & Wesson modelo 4013, miré a Álvaro quien soplaba
el cañón de su Prieto Beretta Elite 11F592.
-Soy
Álvaro, dedos largos.
-Yo
soy, Arbey, the Kid.
-Qué
tengas buena vida en el más allá, triplehijueputa –le dijo Álvaro sin decirle
al tipo a quien veíamos marchar con María Victoria del Café Zorba.
-Game
over, intruso de mierda.
Nos
miramos y reímos como niños que acaban de hacer la pilatuna más grande del
barrio.
-Oye,
Arbey, ¿por qué ninguno de los dos ha podido enamorar a María Victoria?
Levantando
los hombres y dejando salir una onomatopeya le contesté.
-No
lo sé, -Bruce en ese momento se nos unió- quizá fue Bruce el que le habló mal
de vos y yo.
-¿De
qué o quién hablan? –preguntó.
-De
vos hombre, Arbey dice que le hablaste mal a María Victoria de nosotros, ¿es cierto?
- Preguntó Álvaro de modo fogoso.
-Sí, es cierto –respondió Bruce muy serio y
solemne.
-¿Y
cuál fue la razón? –pregunté con intriga.
-Porque
yo la quiero para mí, par de malparidos.
Los
tres nos reímos.
A eso de las doce de la
noche tomé un taxi que me llevaría rumbo hacia el norte de la ciudad alejándome
del bar, ebrio, pensando en imposibles y deseos no vividos.
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