¡Sí!
Es la muerte la que ronda
por la ciudad
Nos observa con los ojos
inyectados de sangre
Sigilosa entra a través
de las bocas y se descubre en las voces de las gentes
En los deseos ocultos que
algunos tienen
al no querer ver ya las
mañanas o las tardes
no quieren resignarse a
la llegada de la noche
Algunos creen que la vida
es una canción que dura lo que dura un eclipse
Los que están allí
sienten que el último escalofrío les cruza a cuchilladas por los huesos
Los que se encuentran
encamados cubren sus cuerpos con las ansias de jamás volver a abrir los ojos
Pero sí
es la muerte la que ronda
por la ciudad
A veces se sube con su
rostro cansino y su cuerpo de humano en caballos de dos ruedas
en los que quiere volar
alto sobre el asfalto y las montañas de este valle de lagrimas
convertirse en auriga que
corre y corre
como si la cuadriga
estuviese desbocada
pero en realidad es ella misma
quien se acerca a la metae para que su
naufragia sea romana
Luego abandona los
cuerpos y sigue su camino en otro auriga
sobre otra cuadriga.
Sí
Es la muerte la que ronda por la ciudad
Se ve en las miradas de
los desprevenidos
En los anhelos de los
soñadores
En las risas de los niños
En la fe del sacerdote al
momento de la transubstanciación
En la mueca dibujada de
rostros enfermos
En el aliento calcinado
de los hambrientos
En las preocupaciones
ocultas de los que quieren el conocimiento
En las tristezas de los
cautivos
En ti
en
mí
desde
ayer
ahora
siempre.
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