Vistas de página en total

martes, 19 de mayo de 2020

Natalia y Natasha


Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página. Jorge Luis Borges.


Natalia y Natasha eran competitivas y entre ellas se retaban, esto sucedía en diferentes ámbitos de sus vidas en las que terminaban de una u otra manera vinculándose, allí nacían los  retos, primero eran amigables por respeto al pasado que las unía, luego pasaban a tensiones, palabras fuertes y chismes de ambos lados, dividían, multiplicaban y no llegaban a nada.
Un día llegó trasladado al colegio un  chico que venía del sur de la ciudad, Juan David entró a decimo, la primera que lo vio fue Natalia quien se dijo ¡Uy, qué man tan lindo! Lo quiero para mí.
Natasha lo observó caminar en busca de la cafetería, ella había acabado de salir del baño y ¡Pum! ¡Papasito! Lo quiero para mí. Se dijo.
Y así sin que las dos se dieran cuenta se enfrascaron en una nueva batalla para demostrar cuál era la mejor, al principio las dos lo cortejaron al tiempo y con los mismos métodos: le enviaban cartas con chocolates o cualquier otro dulce, lo invitaban a salir, le hablaban a toda hora por el Whatsapp sin importar si estaban en clases o en cualquier lugar, le publicaban mensajes románticos en el muro del Facebook, y es que eran tan parecidas entre ellas que cuando Juan David leía lo que le escribían o le publicaban las terminaba confundiendo, no sabía cuál era lo que había dicho qué… lo retuiteaban, lo seguían en Instagram, stalkeaban sus perfiles en todas las redes sociales que él pudiese tener, era casi una persecución amorosa o una obsesión compartida. Incluso fueron muy osadas y pusieron la foto de Juan David en la portada de sus perfiles, casualidad: la misma foto, en esa foto aparecía con una camisa de cuadros rojos y blancos, con una gorra blanca Adidas, lentes con marco redondo y delgado que parecían de oro, los audífonos puestos y mientras se miraba al espejo se tomaba la selfie, en la foto original escribió la siguiente leyenda ¡La experiencia enriquecida me formó como persona!
La una creyendo que la otra la imitaba se increpó por Whatsapp, el agarrón fue tan épico que cuando se vieron en la entrada del colegio al día siguiente de la discusión se fueron a los golpes, obvio,  luego de gritarse zorra, perra, buscona y envidiosa, en realidad fueron arañazos, haladas de pelo, babas, gritos e insultos.
La pelea llegó a niveles desmesurados: padres de familia en rectoría, llamados a la hoja de vida, suspensiones, llanto, odio y habladurías por los corredores del colegio, la historia entre ellas dos, las que en otrora fueron muy unidas, no termina bien, ambas la vida les deparará un futuro nefasto.
Pero lo que nunca Natalia ni Natasha supieron  es que mientras ellas peleaban por un hombre, él encontraba las mieles del primer amor en los brazos de Camila, la practicante de la licenciatura en idiomas que venía de la Universidad de Antioquia a trabajar con los grados Decimo y Once.


sábado, 9 de mayo de 2020

No me dejés con ese tango y su letra.


No me dejés el sonido de la milonga que la piel se me deteriora con el gemido desgarrador del cantor.
Ese tango suena una y otra vez en el tocadiscos, el dolor no tiene tiempo para detenerse.
Vos bandoneón decime tus penas que yo te contaré de mis desengaños.
No soltés tus tristes melodías a oídos sordos que están absorbidos por los mutismos del amor.
No caigás en el ruido innecesario que las músicas actuales pretenden imponer.
Quédate conmigo triste tango, permití que el bandoneón alimente las penurias de mi alma.
Mientras que el compás de las milongas va marcando el  regalo de  la piel para soportar el peso
de esto llamado vida.

Es la muerte la que ronda por la ciudad



¡Sí!
Es la muerte la que ronda por la ciudad
Nos observa con los ojos inyectados de sangre
Sigilosa entra a través de las bocas y se descubre en las voces de las gentes
En los deseos ocultos que algunos tienen
al no querer ver ya las mañanas o las tardes
no quieren resignarse a la llegada de la noche
Algunos creen que la vida es una canción que dura lo que dura un eclipse
Los que están allí sienten que el último escalofrío les cruza a cuchilladas por los huesos
Los que se encuentran encamados cubren sus cuerpos con las ansias de jamás volver a abrir los ojos
Pero sí
es la muerte la que ronda por la ciudad
A veces se sube con su rostro cansino y su cuerpo de humano en caballos de dos ruedas
en los que quiere volar alto sobre el asfalto y las montañas de este valle de lagrimas
convertirse en auriga que corre y corre
como si la cuadriga estuviese desbocada
pero en realidad es ella misma quien se acerca a  la metae para que su naufragia sea romana
Luego abandona los cuerpos y sigue su camino en otro auriga
sobre otra cuadriga.
 Es la muerte la que ronda por la ciudad
Se ve en las miradas de los desprevenidos
En los anhelos de los soñadores
En las risas de los niños
En la fe del sacerdote al momento de la transubstanciación
En la mueca dibujada de rostros enfermos
En el aliento calcinado de los hambrientos
En las preocupaciones ocultas de los que quieren el conocimiento
En las tristezas de los cautivos
En ti
en mí
desde ayer
 ahora
siempre.

jueves, 7 de mayo de 2020

Dos pistoleros en Café Zorba


Ese es el problema con la bebida, pensé, mientras me servía un trago. Si ocurre algo malo, bebes para olvidarlo; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; y si no pasa nada, bebes para que pase algo. Charles Bukowski.

Para
José Correa, Álvaro Escandón, Daniel Tobón, Viviana García, Julián Sánchez Mejía.
Me gusta empezar mis cuentos con un suele suceder, así que… suele suceder que los seres humanos ponemos en juego nuestros sentimientos y a veces damos pasos de locura que nos llevan a comportarnos o como seres racionales o como simples y pasionales sujetos que rayamos en los estribos de la seducción o la melancolía, para el mundo moderno el mejor apelativo a esos sujetos es el de imbéciles.
Pero no podemos asegurar que la imbecibilidad vaya de la mano o del amor o del ser perdedor, ya lo dijo Safranski La angustia de la vida empuja al hombre fuera del centro, y ese estar fuera es lo que nos conduce a comportarnos como imbéciles y perdedores, ya hemos observado en la historia humana que muchos hemos actuado como imbéciles sin necesidad de estar enamorados, solo teniendo una erección o un deseo incrustado en la sangre y la piel. Ahora, no podemos negar que la gran mayoría de dictadores han estado enamorados ya fuese de su ego, ya fuese del poder, todos han amado de una u otra forma, ninguno de estos ejemplos son los que nos atañen puesto que del amor y la estupidez de la que hablo son dos cuestiones diferentes, el amor es una manera de vincularnos con el otros, la estupidez es otra de hacernos distanciar de dichos vínculos.
El caso es que estábamos   en ese café bar no hace mucho, estábamos departiendo con algunos amigos que dejan la literatura y los libros, yo había llegado tarde porque estaba disfrutando de las mieles sublimes del sexo.
Cuando entré a Zorba, bar ubicado cerca de la Avenida El Poblado por la calle octava. Subí al segundo piso y cuando entré las personas que estaban allí voltearon a mirarme justo Bruce pronunciaba mi nombre, pero lo hizo con la intención de preguntarme si había llevado algún poema preparado acerca de la muerte (o simplemente para hacerme quedar en pena ante los otros porque llegué casi al término del evento que ya llevaba hora y veinte minutos de comenzado). Yo que para aquel entonces me creía Henry Chinaski le dije que sí, pero que lo declamaría justo cuando estuviera ebrio. Ya escribí que las personas me voltearon a mirar, pero luego de mi respuesta algunos me echaron miradas inquisidoras, otras despectivas, otros rieron con mi genial ocurrencia, disculpen ustedes mi comentario tonto y también disculpen por los próximos que haré, pensé, ya estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, así que seguí y me senté en la parte de atrás; pedí una cerveza Club Colombia y cuando me la trajeron me la tomé de un sorbo porque tenía mucha sed. Dejé que la onomatopeya ¡Ajjjjj! Respondiera por mí. Puse la botella vacía en la mesa e inmediatamente hice un paneo y descubrí a ése buen sujeto de Manizales de nombre Julián Sánchez Mejía, era un tipo tranquilo, creo que se casó y lo han intentado domesticar, pero es un lobo de lomo plateado, sé que ha sido imposible esa misión. Era agradable hablar con él, y como dicen las malas traducciones al español latino de Bukowski, para mi Julian Sánchez Mejía era un verdadero follamadres. Lo saludé.
Al lado derecho de él estaba Viviana García, una pelirroja de cabello enmarañado, cuando bebías con ella era como estar bebiendo con otro tipo, pero la diferencia era que Viviana aguantaba más que cualquier hombre, también la saludé.
A mi lado estaba izquierdo estaba el señor Daniel Tobón, escritor de dos novelas, muchos cuentos e infinidad de poemas muy similares en su métrica a los del siglo de oro español. Él fue quien me saludó.
Bruce mientras tanto seguía hablando de libros que nos ponían a pensar en la señora muerte, después de casi dos horas de conversación, les contó sobre el programa de liberación de libros y en qué consistía, al finalizar su intervención se vino el momento de la liberación de los libros llevados por los asistentes al encuentro, yo me dediqué a emborracharme, pedí una botella de aguardiente y me tomé los tragos con Viviana, Daniel y Julián. Bruce, en medio de su responsabilidad libertaria de libros encarcelados en bibliotecas personales se acercó a saludarme, le extendí una copa y no quiso tomarla porque se había servido vino, entonces me lo tomé por él.
Quería salir a fumarme un cigarrillo cuando alguien me abordó, era una mujer con la que siempre había querido congeniar y no sabía por qué, no lograba conectarme con ella y sus intereses, con su afición lectora, con nada de ella me interesaba conectar, solo con su cuerpo, yo para ese entonces me creía interesante porque leía y escribía, aunque nunca me hubiesen publicado, salvo algunos cuentos en un libro titulado Relatos a la deriva y que sería publicado por el mismo grupo de Librosbarco.
No era un buen escritor, pero me las daba, escritor era Daniel Tobón o un tal Agudelo, ellos follaban y les publicaban, una follada, una publicada, yo a duras penas podía follar sin tener que pagar, y ahí radicaba el por qué no podía conectar con María Victoria, ni era interesante, ni inteligente, lo gracioso: me las daba de muy muy y era tan tan, es decir, un imbécil.
Me saludó.
-¡Hola, Arbey! ¿Cómo estás? -me dijo dándome un beso en la mejilla derecha, estúpidamente deseé no lavármela en días.
-Bien, ¿y vos?
-Bien, bien… oye, te felicito por tu nuevo cargo ¿estás contento?
-Sí, -le dije mientras pensaba en el sudor de mis manos, ¡Maldita sea! ¿Cómo podía esa mujer descontrolarme tan fácil cuando yo me creía fuerte y que podía controlar mis sentidos? - gracias linda por preguntar, estás hermosa. -ups, lo dije sin pensarlo, sin hacer consciente mis palabras, el bocón del cerebro fue.
-¿Te parece?
¡Qué cagada, marica! ¿Cómo dejé escapar algo que no se debía verbalizar?
-Sí, estás tan hermosa que mis ojos no alcanzan ni abarcar tu hermosura, ni a soportarla, ¡vete de aquí, terrible belleza!
¿Y seguís cegándola, gran güevón, seguís diciendo maricadas tan mañés y estúpidas como los uribistas? ¡Volvete pues serio, ome enchimbao! Me dije mientras me quedaba como único camino sonreír al halago bobo que le acababa de lanzar.
-Exagerado -fue lo único que me respondió mientras que se iba sonrojando.
-Me parece mejor que me definas con la palabra encantado.
¡Ay, Dios! Cerrame esta bocota.
-Eres un romántico -su voz tomó un tono de niña.
-Y tu una diosa.
Cagada tras cagada, cagada tras cagada.
-No, yo soy una mujer normal.
-Entonces lo normal se ha vuelto fantástico y lo fantástico ante vos pasó a un segundo plano.
¡Ya qué hijueputas, ya la cagué del todo! Cagado un dedo, cagada la mano. Me decía entre risas tontas y rabia por mi estupidez.
Ella sonrió y yo creí abrir alguna buhardilla, pero como les dije al principio no dejo de ser un humano soñador, un iluso, aun viendo los resultados de mis exageradas y pobres palabras.
-¿Y qué más, qué cuentas de nuevo? -preguntó cambiándome de tema, entonces no supe qué pensar: si desilusionarme por no darme más cabida, o agradecerle por evitarme el bochorno y la ridiculez.
-Pues escribiendo un poco, leyendo mucho y buscando una editorial -aquí la conversación había perdido la intencionalidad y se convirtió en meras palabras de cortesía, insulsas, de salida- para publicar.
-Qué bueno, Arbey, me alegro por ti, escribes muy bien y esas cosas le pasan a personas bonitas como tú.
¿Bonitas como yo, acaso no se nota mis intenciones carnales con vos y que esa es la razón por la que te hablo y ya? -me dije al tiempo que le sonreía.
-Soy no más que un aprendiz de escritor, no lo hago bien, escribo porque hay un impulso extraño que no me permite escapar, ya quisiera hacerlo como Borges, o Dostoievski, pero las palabras me desbordan, me arrojan contra la hoja en blanco y debo darles un orden para que tengan sentido a ellas y a mi vida. Pero al final termino siendo yo en vez de otros o lo que desea el mundo de mí.
-Qué bonito lo que dices, aún no logro entender por qué estás solo, si la palabra tuya encanta y enamora.
-Yo tampoco lo entiendo -le dije con tal desilusión que pareció frialdad- ¿con quién viniste? -le pregunté creyendo comprender que ella había cambiado toda la conversación.
-Con un amigo del trabajo, estuvo muy bueno el encuentro de hoy.
-Sí.
-Sí.
Hubo un silencio.
-Bueno, Arbey, te me cuidas, un placer hablar contigo.
-Lo mismo digo.
Me dio otro beso y se fue, miré alrededor, me sentía un imbécil, noté que los amigos que estaban afuera hablaban entre sí, que ninguno se percató de mi embarazosa conversación con María Victoria, sentía como la ridiculez se posaba en mi rostro, sentía que pasaba perfectamente de la prepotencia a la imbecibilidad en cuestión de segundos.
Decidí fumar.
En la calle mandaba el frío, nublado estaba el cielo, recordé el aguardiente y deseé tener una copa para pasar el humo, pero ya llevaba por la mitad el cigarrillo, entonces saqué una caja pequeña de chicle y me metí las dos pastillas en la boca, le di las dos últimas caladas al Malboro cuando apareció Bruce, me ofreció de su vino, tomé, me preguntó sobre mis cosas, le di un resumen en general diciéndole que todo estaba en orden.
-Vi que hablabas con María Victoria.
-Sí.
-¿Cómo te fue?
-¿Con qué?
-Con ella.
-Como siempre -le respondí mientras me prendía otro cigarrillo.
-Esa mujer no ha podido superar al exnovio, vive apegada a un ideal de hombre: su ex, como Madame Bovary y su asunto con el amor y el estatus social.
-Creo que todos los ideales pueden caer cuando nos damos en las ñatas con la realidad.
-Cierto, pero ella por más golpes que se haya dado contra su realidad, o contra su novio no aterriza -concluyó Bruce con un aire tan seguro que parecían sus palabras como las de un solemne monje que ha estudiado psicoanálisis.
-Pero Bruce, no seás tan drástico, quizá su cosmovisión del mundo no le permita cruzar la frontera de la realidad.
-No soy drástico, güevón, solo digo lo que ella refleja en su vida.
‑Pero es que la vida es cumulo de golpes, Bruce, y sin embargo, no entendemos ni al mundo, ni a nosotros, es como cuando uno sabe que su equipo de fútbol es malo, que inevitablemente va a descender, pero vos seguís haciéndole fuerza y vas al estadio y sufrís y lo amás.
-Marica, eso es la vida, por eso soy hincha del Medellín y por eso vos a pesar de que lo criticás también lo amás. Eso es lo que le pasa a ella también con su exnovio, ama lo que la hace sufrir y no quiere ni pretende dejar de soñar con el regreso de su amor perdido, a lo mejor ya muerto.
-¿Ves? A eso me refiero, eso es María Victoria, es el negarse a entender la realidad, ella prefiere la levedad que le ofrece la esperanza, es un estado en el cual el soñar y el esperar son dos síntomas de fe.
-Cierto, tienes razón. Vení, vamos para adentro, hace frío y hay mucha gente a quien se le debe dar un saludo, además estar opinando sobre la vida de un ausente es un acto de mala educación, es como exigir cosas que uno no da.
-Yo siempre estoy dispuesto a darme pero nadie me recibe, por ello utilizo la ironía para poder aceptarme, así, tal cual.
-Está bien Tal cual, entremos pues y terminemos de disfrutar la noche.
-Vamos.
Adentro el licor animaba las conversaciones, me senté al lado de Tobón y lo envidié por tener ya dos novelas publicadas, Hijueputa, me dije. Daniel ya se había tomado la media botella de guaro y hablaba sobre la historia de la poesía, efectos del licor, Julian le seguía y ponía rostro angélico, rostro que significaba entendía y reflexionaba lo que el escritorfollador de mujeres habitantes de esa otra ciudad llamada Poblado, las cuales no merecían siquiera el pago de un cuarto por parte del triste filólogo por unas horas, le decía a su público contertulio.
No supe qué hacer entonces me tomé un aguardiente doble, Viviana se me acercó y me dijo  no sé qué cosas pues yo miraba sin parpadear, no estaba allí, me encontraba al lado de María Victoria creyendo que era yo quien la hacía sonreír y la animaba esa noche, me importaba un reverendo culo lo que la pelirroja me decía, seguía parloteando, yo me veía al lado de la otra, sentado, tomándola por la cintura, besándole el cuello, pasando sutilmente mis manos por su espalda descubierta, como por accidente culposo rozándole y el placer despertándole, en mi imaginación le acechaba los poros de la piel, la anhelaba, la deseaba una y otra vez, una y otra vez.
-¿Estás de acuerdo, Arbey?
-¿Con qué?
-Con todo lo que te dije.
-Me parece.
-¿Entonces, cuándo me los da?
-¿Qué?
-El dinero.
-¿Para qué?
-Para la edición del libro, estás como ido, parecés drogado.
-No, yo estoy bien.
-Ok, avísame cuando podás dármelos.
-Bueno, cuídate -la ignoré porque deseaba sumirme en los juegos misteriosos de la imaginación, pero en ese momento entró Álvaro Escandón y desvió mi atención a él porque se interpuso entre María Victoria y yo, me tomé otro trago doble.
Álvaro saludó a todos los parroquianos que lo conocían y a desconocidos también, luego se acercó a donde estábamos nosotros y nos saludó, yo lo hice con afecto, se sentó a mi lado y le ofrecí un aguardiente el cual se tomó con ganas. Natalia, una morena muy sexy que hacía despertar los más bajos instintos se acercó a saludarlo, él haciendo honor a su caballerosidad respondió a su saludo, yo que me suelo fijar en detalles pequeños, lo vi transformar su caballerosidad en deseos, a los dos se les notaba, tenían una fricción sexual muy alta, ese pequeño espacio echaba chispas. Meses después y luego de tener encuentros casualmente fortuitos y sexuales, aun teniendo ambos claro que solo era sudar el uno contra el otro para no perder la costumbre, piel con piel, carne contra carne, la morena le hiciese un reclamo repleto de histerias categoría novia loca, paranoica y toxica, esto sucedió la noche que le celebraban el cumpleaños a él.
Álvaro se despidió de Natalia y regresó a mi lado; al sentarse notó la presencia de María Victoria, sin pensarlo se puso de pie y como un prestidigitador estaba a su lado saludándole, que beso en la mejilla, que abrazo, que risas, que se veía que la pasaban bien en ese momento, que trin, que tran. A María Victoria la brillaban los ojos de la felicidad, eso creía y eso creo ahora mientras me tomo un vino y escribo estas palabras. Álvaro con su forma de ser hacía sentir a las mujeres como si las transportara más allá del cielo sin dejar de estar en la tierra, su manera de ser lo mostraba como un hombre completo, ellas en el mundo de él eran el centro del universo, estoy seguro que ahí no importaba qué mujer fuera. Por ello muchas cedían a sus encantos, en la gran mayoría de los casos le abrieron las puertas de su sexo por el poder que tenían sus palabras.
El tipo que andaba con María Victoria se puso de pie y fue presentado al zorro de la ciudad, Álvaro, que nunca perdió la calma lo saludó con entusiasmo y muy amablemente le conversó, los tres rieron, yo me volví a tomar otro guarito doble.
De pronto Álvaro volvió y se sentó a mi lado, se sirvió un trago y se lo mandó con unas ganas, me miró riendo y me dijo.
-Esa mujer es una mamasita, es de las que uno ama intensamente, de las que se sabe son perfectas y hay que romper con esa perfección, serles infieles, pero también es de esas mujeres que cuando se acaba la relación hay que odiarla con la misma intensidad  con la que se amó y se le traicionó.
Lo único que hice fue asentir aunque no estuviera de acuerdo  con sus palabras. Me serví otro trago y me lo tomé, dejé la copa en la mesa y le respondí.
-Ella de es de esas mujeres que uno se encuentra una vez en la vida y ya.
Cogí la botella, me serví otro guaro y di zanjada la conversación.
-Sí, respondió él y ahí abandonó la conversación y se unió a la alegre tertulia que sostenía Daniel Tobón.
Al quedarme solo decidí salir a fumarme otro cigarrillo pero antes hice un pare en el baño, debía pasar por el lado de María Victoria y por mero instinto rocé con mi mano derecha su cabello, ella volteó y me lanzó una sonrisa que me hizo sentir vivo. Afuera decidí no pensar más en ella.
Luego de cinco minutos entré al bar y me uní a la conversación en la que estaban los conocidos, el grupo de contertulios de Daniel Tobón se expandió, Bruce abrió un nuevo tema y entorno al vino hablaban de las obras literarias que más habían impactado en el 2011.
-Maldito capitán Simonini -dijo con rostro de indignación Bruce-, es un sujeto mentiroso, macabro, misógino. Nunca en mi vida odié tanto a un personaje como a éste que creó Umberto Eco.
-Yo en cambio he amado a rabiar a la hacker ¿cuál es el nombre? Arbey, ¿recuerdas el nombre de la hacker de  la trilogía Millenium? -Me preguntó Álvaro con tal seducción (eso creí observar) que las mujeres lo miraron como si algo en su fuero interior se hubiese sobresaltado.
-Lizbeth Salander -respondí con una sonrisa que pareció más una mueca.
-¡Sí, esa! Lizbeth Salander, qué personaje más hermoso, solo con la descripción que hace Larsson de ella uno ya la ama, ya anhela hacerle el amor, morder sus tatuajes, apretar su cuerpo por encima de las ropas; es una diosa moderna, una mujer polifórmicamente seductora y perversa, es la rima, la copla, la lírica y lo gutural juntos.
Las mujeres lo miraron con más ganas, como queriéndoselo comer a besos, otras al verse observadas por él no supieron qué hacer con sus manos, parecían hechizadas por el tono de aquel Brad Pitt criollo. Era tan exitoso como Bruce, Tobón y Agudelo, eran los ejemplos a seguir en el amor y el sexo. Y es que muchas veces se mezclan los  jugos sexuales con las confusiones generadas en la cabeza que erróneamente llamamos sentimientos o amor y que en su defecto solo son pasiones.
-A mí la que más me seduce es Madame Bovary –dije pidiendo con una seña una cerveza-, es un personaje que me parece místico, inocente, soñador y muy sexual. Es una mujer que aspira a la aristocracia y eso la hace ser egoísta, se cree de mejor familia y Flaubert se aprovechará de eso para mostrarla igual de estúpida como su esposo Charles. Sus sueños la llevan a equivocarse, hay personas que persiguen sueños y esos sueños están metidos o en la chequera de otros o en los cuerpos de otros, a veces los sueños terminan haciendo parte de las utopías modernas.
Las cuatro mujeres que había allí  se aburrían con mis palabras y me lanzaron sendas sonrisas fingidas, pero una de ellas no me soportó y dirigiéndose al Brad Pitt criollo  me silenció.
-Qué poético eres, Álvaro, -las otras asintieron mientras sus ojos brillaban, no sabiendo qué hacer con las manos Álvaro les regaló una sonrisa casi perfecta pero general que cada una asumió como propia, al tiempo él metía sus manos a los bolsillos del jean. Ellas eran sus groupies y él un rockstar ¡¿Quién da más por él, mujeres? ¿Quién le abrió más las piernas alguna de estas noches anteriores?! Nunca pude saber cuál de todas fue, o todas, o ninguna, no hay un porqué que me lleve a saberlo, cada cual hace de su vida y su cuerpo lo que quiera, es decir, cada cual presta su juguetico para divertirse con otro juguetico.
-No, aquí el poeta es Arbey –dijo Álvaro señalándome- él es quien escribe mejor poesía, ante sus palabras soy un neófito.
Ellas me sonrieron, pero obvio, me había ganado ya sus máximas lanzadas al precipicio de sus silencios, en los intersticios de su mente, me habrían gritado ¡Eres aburrido!, Gracias pero no gracias, no eres el escogido.
-Honor que me haces, amigo –le respondí a Álvaro, luego miré a Bruce que asintió con cabeza y mirada, él fue el que siguió hablando con los invitados luego de mi corta y ridícula intervención.
Me senté solo a la mesa y puse mis ojos en la inevitable María Victoria. ¡Oh, diosa redentora! Pensé,  tomé hasta donde más pude de la botella de cerveza.
Minutos después Álvaro se sentó a mi lado, no dijimos nada, me pidió un trago y se lo serví, igual hice para mí, brindamos y nos los tomamos.
Él preguntó.
-¿Trabajás mañana?
-Sí, ¿y vos?
-Igual, me falta una semana más y me voy de vacaciones –ahí alzó la mirada y se encontró con María Victoria quien se había acercado a nosotros para despedirse. Álvaro la abrazó, yo poniéndome de pie y luego de hacer una eterna fila pasional, llena de fricciones entre ellos dos, así me pareció y siempre que estaba al lado de Álvaro lo entendía eso no solo con ella sino con cualquier mujer. El acompañante nos tendió la mano y se la dimos, él le puso la mano a ella en la espalda y la invitó a salir.
Álvaro y yo, como si lo hubiésemos planeado, hicimos pistolas con nuestros dedos y le disparamos al tipo por la espalada a sangre fría, Álvaro le pegó dos tiros, yo le vacié mi pistola Smith & Wesson modelo 4013, miré a Álvaro quien soplaba el cañón de su Prieto Beretta Elite 11F592.
-Soy Álvaro, dedos largos.
-Yo soy, Arbey, the Kid.
-Qué tengas buena vida en el más allá, triplehijueputa –le dijo Álvaro sin decirle al tipo a quien veíamos marchar con María Victoria del Café Zorba.
-Game over, intruso de mierda.
Nos miramos y reímos como niños que acaban de hacer la pilatuna más grande del barrio.
-Oye, Arbey, ¿por qué ninguno de los dos ha podido enamorar a María Victoria?
Levantando los hombres y dejando salir una onomatopeya le contesté.
-No lo sé, -Bruce en ese momento se nos unió- quizá fue Bruce el que le habló mal de vos y yo.
-¿De qué o quién hablan? –preguntó.
-De vos hombre, Arbey dice que le hablaste mal a María Victoria de nosotros, ¿es cierto? - Preguntó Álvaro de modo fogoso.
-Sí,  es cierto –respondió Bruce muy serio y solemne.
-¿Y cuál fue la razón? –pregunté con intriga.
-Porque yo la quiero para mí, par de malparidos.
Los tres nos reímos.
A eso de las doce de la noche tomé un taxi que me llevaría rumbo hacia el norte de la ciudad alejándome del bar, ebrio, pensando en imposibles y deseos no vividos.