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lunes, 25 de enero de 2010

Se marcho el 22 de enero.

A María Celia Salazar de Blandón.

Mi abuela.

Escrito tres días después de morir.

Se marcho el 22 de enero,

partió,

ha de encontrarse

con sus antepasados,

sus congéneres

que partieron

antes que ella,

antes que el alba,

marcho llegando el crepúsculo,

emprendió el camino

porque había aprendido

todo lo que la vida

quería enseñarle,

en un sueño profundo

se hizo halito de

vida

y, aquellos

que le sobrevivimos

estamos impregnados de ella,

de su recuerdo.

Le permitió Dios

el gran misterios

del soñar eterno,

en poderse esconder

tras la mirada

de los suyos,

hablar aun

por medio de otras

bocas, otros ellos

que no son mas

sino

la prolongación

de su ser.

Ha marchado el 22 de enero,

en el momento en el que la mañana

se le nublaran las horas,

la tarde llorara con lagrimas

cargadas de un sol no

hostigante

sino melancólico.

Marcho el 22 de enero

porque así tenía que ser,

porque Dios le concedió

este privilegio,

porque simplemente ella,

mi abuela, ya no le

pertenecía a este mundo,

pues habría de permanecer

en los eternos

recuerdos de sus hijos,

de los hijos de sus hijos

los cuales la llevaremos

dentro de si

hasta que el

todo poderoso

nos invite a encontrarnos

con ella,

es decir,

cuando al caer el alba y comenzar el crepúsculo

añoremos encontrarla

en este camino

labrado por mi abuela.

25.01.2010.

Tiene 97 años.

A mi abuela María Celia Salazar de Blandón.

Escrito cuatro días antes de morir.

Tiene 97 años

y ayer en la noche

mi abuelo

vino por ella,

la ha esperado por

más de 50 años,

ha sido arduo

el tiempo

de esperarlo

y de él estar preparado

para ello.

Quiere volver al lugar

donde tiempo atrás

lucho de manera

aguerrida

por su familia

es un centurión de la vida

una dama eterna.

Ya lo que queda de

ella son los recuerdos,

sus hijos,

nosotros,

los hijos de sus hijos,

donde ella

podrá habitar o,

hasta cuando el último vestigio

de los Salazar

–y de los Blandón también-

exista bajo las luces

del sol,

los fríos de

las noches.

Mi madre y sus hermanos

son grandes representantes

de su tesón

ella les infundo

el sentido de la tierra,

la necesidad de volver

a lo esencial,

de no olvidarse

lo que son.

lo que somos:

hijos de ella,

matrona antioqueña

donde se convierte

en el

todo familiar

¿Qué será de nosotros cuando

ella ya no nos

acompañe?

Lo único que puedo asegurar

es que hoy soy

lo que es mi madre,

la madre de mi madre,

mis antepasados,

todo lo que podré

ser será por ella

quien ha podido

trasmitirlo

a través de mi mamá

Blandón,

por medio de sus

ojos que cuando

los miro

encuentro la paz de mis

ancestros,

de ella que tiene 97 años

y ayer en la noche mi abuelo

vino por ella.

18.01.2010.