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sábado, 9 de mayo de 2020

No me dejés con ese tango y su letra.


No me dejés el sonido de la milonga que la piel se me deteriora con el gemido desgarrador del cantor.
Ese tango suena una y otra vez en el tocadiscos, el dolor no tiene tiempo para detenerse.
Vos bandoneón decime tus penas que yo te contaré de mis desengaños.
No soltés tus tristes melodías a oídos sordos que están absorbidos por los mutismos del amor.
No caigás en el ruido innecesario que las músicas actuales pretenden imponer.
Quédate conmigo triste tango, permití que el bandoneón alimente las penurias de mi alma.
Mientras que el compás de las milongas va marcando el  regalo de  la piel para soportar el peso
de esto llamado vida.

Es la muerte la que ronda por la ciudad



¡Sí!
Es la muerte la que ronda por la ciudad
Nos observa con los ojos inyectados de sangre
Sigilosa entra a través de las bocas y se descubre en las voces de las gentes
En los deseos ocultos que algunos tienen
al no querer ver ya las mañanas o las tardes
no quieren resignarse a la llegada de la noche
Algunos creen que la vida es una canción que dura lo que dura un eclipse
Los que están allí sienten que el último escalofrío les cruza a cuchilladas por los huesos
Los que se encuentran encamados cubren sus cuerpos con las ansias de jamás volver a abrir los ojos
Pero sí
es la muerte la que ronda por la ciudad
A veces se sube con su rostro cansino y su cuerpo de humano en caballos de dos ruedas
en los que quiere volar alto sobre el asfalto y las montañas de este valle de lagrimas
convertirse en auriga que corre y corre
como si la cuadriga estuviese desbocada
pero en realidad es ella misma quien se acerca a  la metae para que su naufragia sea romana
Luego abandona los cuerpos y sigue su camino en otro auriga
sobre otra cuadriga.
 Es la muerte la que ronda por la ciudad
Se ve en las miradas de los desprevenidos
En los anhelos de los soñadores
En las risas de los niños
En la fe del sacerdote al momento de la transubstanciación
En la mueca dibujada de rostros enfermos
En el aliento calcinado de los hambrientos
En las preocupaciones ocultas de los que quieren el conocimiento
En las tristezas de los cautivos
En ti
en mí
desde ayer
 ahora
siempre.