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martes, 16 de febrero de 2021

Quiero hacer música con la orquesta de Joe Bataan


La cuadra sé quedó en un silencio expectante por unos minutos hasta que el portazo de un edificio de viviendas se escuchó y rompió con la tensión.

José, como era su verdadero nombre, Joselito, como lo llamaban sus padres, familiares y allegados en su natal Barranquilla, Joe, como lo conocían en Estados Unidos, salió de su apartamento, iba presuroso. El frío neoyorquino de esa época del año le hizo cubrirse el cuello con la gabardina, se le había olvidado la bufanda.  Caminó hasta la 24 Street, en donde bajó al sub y allí tomó el metro que lo llevó hasta la Estación de la 7 Avenue. Cuando salió de la estación corrió hasta el 310 Street 52.

Joe era un trombonista prodigio, eso decían los músicos que habían tocado con él, y él se lo había creído; por eso cuando fue a la ciudad de Medellín para grabar con la orquesta de porro con la que tocaba y el productor lo vio ejecutar el instrumento, lo llamó aparte al finalizar la grabación del LP y le dijo que su lugar no era estar en una orquesta de porro, sino con los grandes, allá cruzando el charco, que él se estaba perdiendo de la revolución de la historia quedándose en Colombia y desconociendo lo que estaba pasando arriba en la movida neoyorquina.

¡Claro! ¿Cómo no soñar tocar con las orquestas latinas que estaban haciendo músicas tremendas, las cuales ya eran un boom y daban de qué hablar en el mundo? Amaba la movida latina en los Estados Unidos. Así que cuando volvió a Medellín y conoció a Carmenza, de la que se enamoró inmediatamente, le habló de sus sueños y ella los hizo propios y por ello ambos decidieron irse juntos y vivir ese sueño musical. De eso hacía ya tres años y Joe solo había podido conseguir tocar en una orquesta de Doo-wop y Bogaaloo que era telonera de otras grandes orquestas, la orquesta en la que estaba Joe no tenía mucho peso en el circuito musical latino, les daban contratos para tocar por días en el Cheetah porque las grandes y las teloneras conocidas estaban contratadas en otros clubes.

Joe admiraba la música de su tocayo Joe Bataan, y más allá de sus deseos por tocar las músicas antillanas, él quería poder hacerlo con una orquesta más versátil; por eso cuando lo convocaron a los dos años de estar viviendo allá para presentar una audición e ingresar a la orquesta de Bataan, se ilusionó con pertenecer a los Latin Swingers y convertirse en gran trombonista, no quería ser encasillado en un solo género, quería ser músico diferente y luego de ser reconocido con Joe, formaría su propia orquesta con la que no solo tocaría lo de moda, sino que haría cosas diferentes.

Pero las cosas no salieron como él las había planeado: cuando estuvo al frente de Bataan las notas de su trombón no sonaron como él solía interpretarlas, y cuando le dijeron que tocara El avión los nervios lo traicionaron, se fue desmoronando su moral y su sueño se hizo lejano, como también luego de esa audición empezó a desmoronarse la magia entre él y Carmenza, que en Estados Unidos comenzó a hacerse llamar Tita, y que después de la audición se supo distante de él y de lo que ambos habían venido a buscar a New York.

Tita también empezó a despreciar el trabajo de Joe y su arte, No eres más que un perdedor, le decía. O, solo resaltas entre mediocres porque talento no tienes. Él se aguantó todo esto y justificó las palabras de su mujer pues estaba convencido que lo que ella no se soportaba era la vida tan miserable que llevaban ahí en Harlem en esos dos años. En Medellín no tenía que trabajar, vivía bien, en una acomodada casa por el apenas naciente barrio de Laureles. Su padre tenía un cargo alto dentro de una de las empresas más prosperas del país, y ella que desde niña fue tan rebelde terminó yéndose con el primer músico que le pintó una vida llena de lujos y éxitos en el extranjero.

En los primeros meses de estar viviendo allá y al Joe no encontrar trabajo, Tita le escribió a su padre pidiéndole ayuda. Al principio el viejo estaba enojado y avergonzado porque ella había deshonrado el apellido de la familia, por eso se negó a echarles una mano; luego dio el brazo a torcer y les ayudó, pero exigiéndole a su hija que jamás se fuera a aparecer por allá, que ya les habían dicho a los conocidos que ella se fue a vivir a los Estados Unidos con un alto oficial del ejército del tío Sam, y que eso implicaba no regresar a su tierra por los puestos que el tal esposo de ella ocupaba dentro de la jerarquía oficial, por los cuales la seguridad de él y su familia estaba en constante riesgo.

La ayuda del padre, más lo escaso del trabajo en la música y fuera de eso la audición malograda, llevó a Carmenza a volverse fría y dura con él. Y él, sin embargo, la justificaba a cada momento en su cabeza.

Luego el Joe consiguió trabajo como maquinista en una empresa de fundición de metales, debía pasar hasta doce horas bajo un calor intenso y después salía a las seis de la tarde a ensayar si no había toques, y si los había tenía que hacer recorridos maratónicos para cumplir con el compromiso.

Por eso después de un año de llevar esa vida trajinada y llena de escasez y humillaciones por parte de su pareja, algo bueno debía llegar, porque Dios presiona, pero no ahorca, se decía, y en verdad una nueva oportunidad volvió a tocar a las puertas de sus virtudes musicales: a Joe Bataan le llegó el rumor que había un trombonista que sonaba igual o mucho mejor que el que tuvo en algún momento. Bataan aún seguía buscando uno bueno y no lo había podido encontrar; también le dijeron que a dicho trombonista ya le había hecho la audición, pero que los nervios le hicieron una mala jugada. Entonces el que se habría de convertir con los años en el rey del Latin soul, pidió verlo en cuanto tuviese una presentación.

Esto que se lo dicen al Joe el día anterior a la presentación en el Cheetah, y ya no pudo dormir, quiso guardar su secreto hasta el día siguiente que era sábado para contárselo a Carmenza, le iba a pedir que lo acompañara para que le diera buena suerte. Cuando en la mañana despertó, Carmenza no estaba en casa; no regresó sino hasta veinte minutos antes de él salir para el club. Apenas la vio le dijo feliz:

-Te tengo una noticia, carmencita.

-Yo también -su rostro serio e inexpresivo-. Me voy, ya no aguanto esta vida.

-¿Te vas? -Le preguntó el Joe sorprendido por la noticia- ¿Cómo que te vas, para dónde? ¿Te devuelves para Colombia? No lo hagas, escucha lo que tengo que decirte, ya verás que nuestra suerte desde hoy va a cambiar.

-Colombia no, jamás regresaré. Me voy con Chico Trujillo. Estoy enamorada de él; además que acaba de firmar un contrato grande con una disquera que le quiere grabar sus canciones.

-¿Chico Trujillo?

-Sí, el mismo, desde hace meses nos estamos viendo.

El Joe no entendía lo que estaba pasando, y sin entender por qué reaccionó así empezó a gritar. Carmenza hizo lo mismo, solo puedo escribirles que gritaron de todo, tanto fue así que el barrio tan dinámico a esa hora se quedó en silencio.

Unos minutos después cesaron los gritos, luego sonó el portazo en uno de los edificios de apartamentos y Joe salió presuroso rumbo a Manhattan.

Al llegar al Cheetah recordó que al salir con tanta premura no cerró la puerta del apartamento. Pero no iba a pensar en eso, esa noche era su noche, se tenía que lucir con sus interpretaciones de las canciones de Bataan que tenían preparadas como número.

Olvidó que Carmenza lo había dejado esa tarde, se dio fuerza, se motivó, se dijo que él era capaz, seguiría adelante sin ella.

Entonces cuando salieron al escenario y vio que el club estaba a reventar y que en uno de los palcos VIP estaba el señor Bataan, todo eso se mezcló y fue como su éxtasis, Maldita perra, se dijo y recordó a Carmenza, pero la borró pronto de su cabeza.

Tocó el trombón como nunca lo había hecho, fue su noche, estuvo brillante, la gente no paró de bailar y mientras tocaba se sintió que ya pertenecía a las grandes ligas de la música latina, incluso en un momento vio a Joe Bataan moviéndose de manera arrebatada mientras interpretaron Pajarito, canción compuesta por el mismo Bataan.

Al terminar su primera entrada en escena el público reventó en aplausos, incluso el mismo Joe Bataan se dispuso ir a los camerinos para felicitarle.

Joe estaba exultante cuando bajó del escenario y los que estaban tras vestidores lo felicitaron. En ese momento se le acercó Bataan y también dos hombres más que se le adelantaron al rey del Latin soul. Le preguntaron que si él era José Cantillo, le hablaron en inglés; él les respondió que sí. Los dos hombres se identificaron como detectives de la policía de Manhattan, y que lo estaban deteniendo por el asesinato de su esposa Carmenza Jaramillo.

Lo esposaron allí, y prácticamente se lo llevaron arrastrado mientras que Joe les decía a los policías en un inglés aporreado y en medio de su efervescencia:

-Yo solo quiero hacer música con la orquesta de Joe Bataan -y con los labios señalaba a su ídolo, quien lo miraba estupefacto y no entendía qué pasaba con su futuro trombonista. 

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