Boris
llegó al club de lectura de los miércoles a las cinco de la tarde en Envigado, ese
día iban a leer el homenaje que John e Yves Berger le harían a esposa y madre
en el libro Rondó para Beverly, al
entrar notó a una rubia no natural que lo miraba, ella estaba con la directora
de la institución en la que se hacía dicho taller; se les acercó y las saludó,
la rubia le llamó mucho la atención y la deseó al instante. Hacía varios meses
que no estaba con ninguna mujer y ella se le hizo deseable. Cruzaron un par de
palabras, la señora Silvana le presentó a Valeria y ella le dijo que era la psicóloga
del lugar. Boris decidió que a como dé lugar, seduciría a Valeria y se la
llevaría para su casa y estrenaría con ella esa cama que estaba sin compartir
con alguna fémina, todo sobre ella habían sido actos de soledad.
El
club de lectura lo hizo con el fin de seducir a la chica y creyó que lo estaba
logrando porque la veía reír junto a los demás comensales que allí estaban.
Al
final de la reunión estaba planeando la manera de invitarla a salir, mientras
despedía a los demás asistentes, Valeria se le acercó y le preguntó que, si
quería tomarse un café con ella y hablar, él le respondió que tenía otras cosas
que hacer, pero que le aceptaba el café. Así que fueron a La Venta de Dulcinea,
lugar bohemio de este municipio tan plegado de la godorria tradicional, de una
sociedad hipócrita por antonomasia y mojigata por costumbres.
Boris
quería hacerse el interesado por las cosas de ella y Valeria le contó un poco
sobre su vida, pero rápidamente le dijo que admiraba su manera de pensar, de
reflexionar la sociedad, de hacer que el club de lectura fluyera, que a ella le
gustaban los hombres y las personas que fueran inteligentes; Boris se sintió
con vía libre para caerle y quiso decirle un par de cosas desde la coquetería,
pero ella las dejó a un lado y se puso a preguntarle de metodologías
relacionadas con la realización de actividades literarias alrededor de la
promoción de lectura. Él estaba muy caliente.
Del
café pasaron a la cerveza, él animado para hablar de promoción de lectura y literatura,
dos de los temas en los que se sentía en su zona de confort, estaba en terrenos
seguros y algo le dijo que esa era la noche que venía esperando desde que se había
separado de su exesposa Lady; Valeria por su parte escribía en la agenda los libros
y las cosas que le llamaban la atención, Boris aprovechó para mirarle el
escote, imaginando que esos senos se debían de ver esplendorosos cuando Valeria
se desnudaba.
Pasada
unas horas intentó por primera vez besarla, pero ella lo rechazó, tres horas
después volvió a insistir y Valeria nuevamente lo rechazó, le dijo que quería
conocer de los procesos lectores y ya, Boris se sintió desanimado y comenzó a
perder el interés, Valeria lo notó y le preguntó que por qué no se iban de allí
para un lugar más íntimo, quizás la casa de él. Le expresó que lo que ella
quería era conocer la biblioteca personal de la que tanto le habló esa noche. Ahí
supo Boris que la noche estaba saliendo redonda.
Al
llegar a la casa ella se dedicó a mirar los libros y se quedó en el espacio en
donde Boris tenía los libros de promoción y animación de lectura, de los libros
de cómo hacer clubes de lectura, sacó Una
historia de la lectura de Alberto Manguel y lo hojeó, también sacó el Hacia una literatura sin adjetivos de
María Teresa Andrueto, Enseres para
sobrevivir en la ciudad de Vicente Quirarte, Boris le miraba el trasero y
soñaba con tenerlo entre sus manos más tarde. Mientras ella echaba un vistazo a
los libros, él preparaba el limón y la sal para el tequila que tenía reservado para
una ocasión especial y creía que esa sí que era especial, sirvió dos tequilas y
la llamó, Valeria volteó, le recibió la copa y sin sal, ni limón se tomó su
tequila, él solo se limitó a alzar las cejas y arquearlas de la impresión que
le dio verla tomarse la copa de tequila marca Gran Patrón. Boris se tomó el
tequila, pero con sal y limón.
La
invitó a mirar el resto de su biblioteca y ella, por cortesía lo hizo, encontró allí títulos que
le llamaron la atención y otros que en realidad nada que ver con sus gustos lectores
y esto se ratificó cuando sacó esa obrilla de la Editorial Vásquez Editores,
los cuales tienen un excelente trabajo en diagramación y acabados en los
libros, pero el libro que Valeria tenía en sus manos sí había sido el descache
de la editorial, no por la calidad del papel y la composición del libro, sino
por su contenido literario, Lo urdido en
las aceras, entonces ella le pidió otro tequila, esto solo se le ocurre a un desocupado de barrio popular que no puede
ni con las mujeres, ni con la vida, menos con la literatura, pobre hombre, es
un cumulo de frustraciones literarias, él en sí es la frustración de la vida y
de la literatura, le dijo Valeria a Boris mientras le recibía el tequila y
devolvía el libro al lugar donde estaba.
Se
sentaron a hablar y Boris de esa noche solo recuerda que se quedó dormido después
de muchos tequilas, no supo a qué horas se fue Valeria, tampoco se dio cuenta
si pudo llevarla a su cama sin estrenar o no, lo cierto es que él amaneció
vestido y en el sofá rodeado de libros puestos en la mesa y en el piso. Revisó que
no le faltara ninguno. Valeria no lo había robado.
Llegado
el lunes de la semana siguiente, Boris estaba preparando el libro para el club
de lectura cuando recibió una llamada de Silvana, eran las siete de la noche y
llovía.
Silvana
lo llamaba para decirle que hasta ese día llegaba el contrato con ellos, que él
era un excelente crítico literario y que sus percepciones del mundo a través de
la literatura eran muy buenas, muy profundas, pero que ellos estaban buscando a
alguien que se asemejara más a sus principios y a la filosofía en el trabajo
que predica la institución, que no era por su conocimiento, que, al contrario, lo
consideraban un gran profesional (insistió en ello muchas veces) y un sabio. Boris
supo que en esto tenía que ver Valeria, ella lo estuvo evaluando todo el tiempo
mientras estuvieron juntos, y el no vio eso ¡Claro! Su reunión fue una
evaluación de desempeño.
La cagué,
pensó.
Le
pidió a Silvana que le dejara el miércoles despedirse del grupo, ella acepto.
De
todas maneras, le pediría disculpas a Valeria por haber sido tan atrevido, es
verdad, no aplicó los principios de la institución, pensó, se pasó la mano por
la escasa barba que le aparecía en el rostro.
Llegado
el miércoles a las cinco de la tarde y entrando a la institución se topó con
Valeria y Silvana, después de despedirse de los muchachos hablaría con la psicóloga
para pedirle disculpas, al salir la llamaría aparte, le dijo su yo interior.
Entró
al salón detrás de las dos mujeres, ellas hablaban, él iba en silencio y se
sentía muy avergonzado.
Cuando
Silvana le pidió al grupo silencio, él se paró delante de ellos y les dijo que los
quería, que los estimaba, les deseó buen viento y buena mar, que estaba a
disposición de ellos por si lo llegaban a necesitar y les envío un abrazo
colectivo lleno de amor. Todos quedaron atónitos.
En
ese momento Silvana tomó la palabra y les dijo que hasta ese día los acompañaría
Boris, que habían decidido darle nuevos aires al grupo, y que la persona que
acompañaría de ahora en adelante el proceso del club de lectura sería Valeria,
quien fuera de ser psicóloga también era promotora de lectura.
Boris
no lo podía creer, abrió sus ojos, arqueó sus cejas como cuando la vio tomando
tequila sin ayuda de sal y limón. La vio tomar su lugar, saludar al que minutos
antes fue su grupo y empezar la reunión.
Luego
de unos segundos de asombro y de quedarse como la cabeza de Villabrille y Ron: llamada "Cabeza de San Pablo"
salió muy lento del lugar, con las manos en los bolsillos rumbo a la estación del
metro Envigado. En su mente su otro yo le decía una y otra vez, ¿qué esperabas
Boris, creías que, porque habías escrito un libro y lo habías publicado, se te
debía atender como si fueras el ganador del premio Alfaguara.
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