Auriga sobre un solo caballo de patas giratorias
cuya tracción se divide ora en dos, ora en cuatro tiempos
surca las carreteras rumbo al sur de este valle
cansado de tantas lágrimas.
Este yoqui
De hablar arrastrado
Rebeldía contumaz
Que ha tomado segundos antes la autopista que lo llevará a
algún fin
Pero que no sabemos si de allí habrá de retornar
Le exige al rocín
penco
o jamelgo
como quieras llamarlo
que corra
[contra
natura sin natura]
parecido a un corcel
lo lleva al extremo de creer que las latas del caballo metalizado
y su cuerpo
son la prolongación del uno y del otro
cabalgador esquiva catafractos montados por seléucidas
de poncho
sombrero aguadeño
motosierra a sus espaldas
[cajuela con secretos]
los esquiva casi al borde de tocar el piso
con sus fortísimas rodillas
gladiador sobre el asfalto
Marco Atilo de la Nororiental
No vio al catafracto seléucida arrastrarlo
Pasarle por encima
La mors reía mientras se señalaba el columbarios
Que inevitablemente comenzaría a habitar desde ese instante
Se dio cuenta que la lorica con la que se protegía
No lo hacía valiente
Ni tampoco su caballo
Que su vehículo
Al ser conducido por él
más bien parecía un taparo llevando un stultus en sus lomos
era un pollino el que
conducía al caballo
Pero entre metales doblados
Y carnes cercenadas
El intento de auriga
Se fundió con piel y sangre
a los metales retorcidos
al aceite y la gasolina
que de su Equus de dos ruedas
brotó
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